De nuevo este año la Iglesia nos invita a celebrar la fiesta del Corazón de María, esta vez coincidiendo con la fiesta de la Visitación. Lo hacemos con profundo gozo, de un modo especial en el contexto de este año jubilar claretiano.Cerca de Sallent está la ermita de la Virgen de Fussimanya. Las visitas que, acompañado de su hermana Rosa, hizo a dicha ermita el pequeño Antonio quedaron por siempre grabadas en su corazón. Allí aprendió a amar a María y allí aprendió a “conmoverse” -es la palabra que usa él mismo en su Autobiografía- ante el amor de María por sus hijos. Luego, a lo largo de su vida, fueron otras muchas advocaciones las que le ayudaron a crecer en la devoción a María. En todas ellas descubrió aquel Corazón que acogió la Palabra y en el que encontraban resonancia las situaciones y aspiraciones de sus hijos. La meditación del Misterio de María fue la fragua en la que aprendió a “ocuparse de las cosas del Padre” y en la que se forjó como misionero enviado a anunciar la Buena Nueva a los pobres. Con María cantó muchas veces aquel Magnificat que proclama la bondad y la misericordia del Padre y la certeza de la transformación del mundo. De la meditación del misterio de María recibía el fuego que mantenía vivo su compromiso por una evangelización profética, a pesar de todas las dificultades. Por eso quiso que sus misioneros nos llamáramos “hijos del Corazón inmaculado de María”.
“¡Oh, Corazón de María, fragua e instrumento del amor, enciéndeme en el amor de Dios y del prójimo!” (Aut. 447)
FELIZ CELEBRACIÓN DE LA FIESTA DEL CORAZÓN DE MARÍA
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