Perdonar, olvidar y hacer el bien siempre

Perdonar y olvidar
“El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”.
 
Perdonar y olvidar
Perdonar y olvidar


Con frecuencia oímos decir: “Perdono, pero no olvido”. Quien esto dice, en realidad no perdona, porque guarda rencor. De ahí que se diga que no se perdona de verdad cuando, en el fondo, no se está dispuesto a olvidar. Perdonar, ¿es olvidar? ¿Producen ambos el mismo efecto? Se trata de una cuestión de gran importancia, pues el perdón es esencial para una vida feliz y equilibrada: “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar” (Martin Luther King). Me parece que hay que distinguir “olvidar”, cuando quiere decir “resentimiento”, y “olvidar” como “desaparecer de la memoria”. Me referiré al primer sentido: hay que olvidar; “no escatimes el perdón: es imposible caminar con tantas heriditas abiertas… perdona todas las viejas heridas y cicatriza con resinas de amor” (Zenaida Bacardí de Argamasilla). Es no querer mal, no hay otro camino. “Perdón es una palabra que no es nada, pero que lleva dentro semillas de milagros” (Alejandro Casona), semillas sembradas en nuestros corazones por el mismo Jesús, que se alimentan incluso de las ofensas, sí: cada ofensa recibida es una oportunidad de mejorar nuestra capacidad de perdonar, porque, en lugar de generar resentimientos, es abono para esa cosa divina llamada perdón. El paraíso está detrás de la puerta, se dice, pero muchos han perdido la llave, una llave que se llama misericordia… Todos estamos necesitados de amor, de atención, así como de poder dar nuestro amor a los demás. Por eso siempre hay que pedir perdón: por las ocasiones perdidas, por la plenitud no vivida de cada relación, por las palabras no pronunciadas.

Cuenta una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. Éste, profundamente ofendido, sin decir nada, escribió en la arena: –Hoy, mi mejor amigo me ha pegado una bofetada en la cara. Siguieron adelante y divisaron un oasis. Torturados por la sed, ambos echaron a correr y el primero que llegó se tiró al agua de bruces sin pensarlo y, de pronto, comenzó a ahogarse. El otro amigo se tiró al agua enseguida para salvarlo. Al recuperarse, tomó un cuchillo y escribió en una piedra: –Hoy, mi mejor amigo me ha salvado la vida. Intrigado, el amigo le preguntó: – ¿Por qué después de haberte hecho daño, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra? Sonriendo, el otro le respondió: – Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, porque el viento del olvido se lo lleva; en cambio, cuando nos pase algo grandioso, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento en todo el mundo podrá borrarlo.

El error de muchos es pensar que el perdón debe surgir de sus corazones, que es algo que debemos sentir, que debe “nacernos”, en cierto modo. Pero “el perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió” (Madre Teresa de Calcuta). El perdón es lo mejor, no sólo individualmente sino también para cada una de nuestras sociedades y para el mundo en general: “La espiral de la violencia sólo la frena el milagro del perdón” (Juan Pablo II). En cierto modo, todos somos co-responsables de las acciones y omisiones de cada uno, y es la gotita de cada día la que crea la revolución del amor: “Lo mejor que puedes dar a tu enemigo es el perdón; a un oponente, tolerancia; a un hijo, un buen ejemplo; a tu padre, deferencia; a tu madre, una conducta de la cual se enorgullezca; a ti mismo, respeto; a todos los hombres, caridad” (John Balfour). Cuando alguien es perdonado se convierte en una persona distinta, aunque tarde en reaccionar: “Nada envalentona tanto al pecador como el perdón” (William Shakespeare). El motivo es que se siente querido, y valorado en mucho, porque las personas siempre están por encima de sus errores (Jutta Burggraf). Y al crecer la conciencia de su valía se porta en consecuencia, se porta mejor. Por otra parte, crece también el que perdona, pues “nada nos asemeja tanto a Dios como estar siempre dispuestos a perdonar” (San Juan Crisóstomo).



Perdonar y no olvidar

¿Hay que olvidar las ofensas que nos hacen, o no? Sí, en el sentido de no guardar rencor, primero porque es perjudicial para uno mismo, y segundo porque el perdón es transformar la ofensa en compasión. Sin embargo, no podemos olvidar haciendo desaparecer de la memoria aquello. Además, no olvidar es creativo... y la memoria constituye nuestra identidad… y cada recuerdo es un escalón más hacia la madurez. Perdonar es superar la ofensa y poder recordar sin rencor. El perdón no requiere olvido. Además, no se puede controlar la memoria con la inteligencia, es una facultad espiritual distinta que obra independientemente de nuestra voluntad y de la inteligencia. La prueba es que, de hecho, a veces uno quisiera recordar algo y no puede; y otras veces desearía olvidar ciertas cosas y no lo logra. Se trata, como hemos dicho, de recordar un suceso sin faltar al amor: al recordar lo que nos dolió, recordemos al mismo tiempo cómo Jesús reacciona ante las ofensas, y oremos con él como en la cruz.

Además, hay que procurar establecer puentes mientras hay vida –que no la tendremos siempre: lo trágico es que, en el trance final antes de la muerte, haya enemistades pendientes. Es mejor que aquí y ahora hagamos las paces, pues no sabemos si luego habrá una ocasión de perdonar… En cualquier caso, hay que amar ahora que hay tiempo, la muerte nos podría quitar esa oportunidad. Recordar la ofensa puede convertirse en crecimiento interior para el ofendido: es humildad que cura la soberbia, caridad que elimina toda envidia... y se deja de sentir dolor. Si perdono vivo feliz y, si recuerdo, el recuerdo no me duele, no me afecta porque pude perdonar y los recuerdos vienen a mi memoria sin dolor, sin perturbación, sin sufrir el desgaste interior propio de quien guarda un doloroso rencor. “Perdonar no sólo tiene como beneficio el crecimiento interior, sino que también trae consigo una gran paz en quien lo practica. Perdonar es un ejercicio de las virtudes, porque para perdonar se necesita de caridad, humildad, paciencia, prudencia, fortaleza, amor… Perdonar es la manifestación de un corazón puro como consecuencia de una vida virtuosa. El perdón es una decisión, no un sentimiento, porque cuando perdonamos no sentimos más la ofensa, no sentimos más rencor. Perdona, que perdonando tendrás en paz tu alma y la tendrá el que te ofendió” (Madre Teresa de Calcuta).

Olvidar es un método erróneo de conseguir paz de espíritu. Cuando se hace bien, es como la amnesia. Lo que ocurre es que, lo que olvidamos, no necesariamente desaparece. Si entierras algo en el patio trasero, lo único que consigues es que no se vea. Las cosas que olvidamos quedan enterradas bajo el consciente, pero viven bajo la superficie y se manifiestan en nuestros sentimientos y actividades. Aparecen en los sueños y en los dibujos que hacemos y siguen formando parte de nuestras vidas.

El perdón conlleva dar amor. Es una manera de decir: «Voy a prescindir de tus malas acciones, no voy a amargarme y voy a seguir queriéndote de todos modos». Me dijo un amigo, cuando le pedí perdón por una cosa de hacía mucho tiempo, por una injusticia en la que veía que yo también fallé: “¿te das cuenta de que acabas de cambiar la historia?” Me hizo pensar, es como un volver a escribir aquello de una forma mejor. Recuerda que el perdón no sólo tiene que darse en la relación con los demás sino también en la relación con uno mismo.
Además, “a perdonar sólo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho” (Jacinto Benavente). Menos mal que “Dios me perdonará, es su oficio” (Heinrich Heine).
¡Hacer el bien siempre, dar Amor hasta que duela!

LA LUZ DE DIOS

LA LUZ DE DIOS EN LA TRAPA DEL HERMANO RAFAEL ES LO MEJOR QUE LE PUEDE PASAR A CUALQUIER PERSONA QUE QUIERA CAMBIAR SU CORAZÓN, DESDE ESTE BLOG QUEREMOS INVITAROS A QUE VAYAIS A COGER EL TREN DE LA VIDA , DEL CAMBIO, DE LA ENTREGA A LOS DEMÁS COMO SACERDOTE O RELIGIOSA O MONJE Y VERÁS QUE DIOS EXISTE Y TE CONOCE, Y TE DICE MUCHAS COSAS PORQUE TE QUIERE A TRAVES DE MUCHOS SIGNOS INTERIORES Y EXTERIORES, A TRAVÉS DE LOS SALMOS, CANTADOS Y DESPACITO, A TRAVES DE LA LECTIO DIVINA-CANTAR DE LOS CANTARES DONDE LOS MONJES SON EXPERTOS EN LA MATERIA... !VEN A LA TRAPA! Y QUEDARÁS ATRAPADO EN EL AMOR DE DIOS Y DEL HNO. RAFAEL.

LECTURAS: "TODO TUYO, MADRE MIA"

TÍTULO: "TODO TUYO, MADRE MÍA"
EDICIÓN:  O.P.  SALAMANCA (1982) -130 Pág.-

Discursos marianos del Beato Juan Pablo II  desde 1978 a 1982 para meditarlos y vivirlos.

Oración JMJ 2013

Oración oficial JMJ Rio 2013 -
Oración Oficial Jornada Mundial de la Juventud Rio 2013

¡Oh Padre! enviaste a Tu Hijo Eterno para salvar el mundo y elegiste hombres y mujeres para que, por Él, con Él y en Él proclamaran la Buena Noticia a todas las naciones. Concede las gracias necesarias para que brille en el rostro de todos los jóvenes la alegría de ser, por la fuerza del Espíritu, los evangelizadores que la Iglesia necesita en el Tercer Milenio. 

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Oración Oficial JMJ Rio 2013

¡Oh Cristo! Redentor de la humanidad, Tu imagen de brazos abiertos en la cumbre del Corcovado acoge a todos los pueblos. En Tu ofrecimiento pascual, nos condujiste por medio del Espíritu Santo al encuentro filial con el Padre. Los jóvenes, que se alimentan de la Eucaristía, Te oyen en la Palabra y Te encuentran en el hermano, necesitan Tu infinita misericordia para recorrer los caminos del mundo como discípulos misioneros de la nueva evangelización.
¡Oh Espíritu Santo! Amor del Padre y del Hijo, con el esplendor de Tu Verdad y con el fuego de Tu amor, envía Tu Luz sobre todos los jóvenes para que, impulsados por la Jornada Mundial de la Juventud, lleven a los cuatros rincones del mundo la fe, la esperanza y la caridad, convirtiéndose en grandes constructores de la cultura de la vida y de la paz y los protagonistas de un nuevo mundo.
¡Amén!

CINE: "Diálogo de carmelitas" (1960)

Diálogo de carmelitas
Diálogo de carmelitas es una obra de teatro (1949) del escritor francés Georges Bernanos basado en la novela "La última en el cadalso" de Gertrud von Le Fort. Esta obra recrea la ejecución de las carmelitas de Compiègne durante el Terror de la Revolución francesa. El texto de Bernanos es conocido por el episodio del martirio de las dieciséis monjas carmelitas (incluyendo una novicia) del monasterio de Compiègne, una ciudad de Oise, que habían fundado las carmelitas descalzas de Amiens un siglo y medio atrás. La fundación data de 1641, cuando hacía treinta y siete años que había llegado a Francia para iniciar la reforma la beata Ana de San Bartolomé con Ana de Jesús y otras cuatro monjas españolas. Sobre este texto, el compositor francés Francis Poulenc compuso la ópera homónima.

Las monjas fueron ejecutadas en 1794 por negarse a renunciar a sus votos monásticos.
Fueron llevadas de Compiègne a París, donde fueron juzgadas bajo la acusación de "maquinar contra la República". Murieron en la guillotina el 17 de julio de 1794 en la plaza du Trône-Renversé, actualmente plaza de la Nación en París. Fueron enterradas en fosas comunes en el cementerio de Picpus.
El papa Pío X las beatificó el 17 de mayo de 1906,  aquellas “que, después de su expulsión, continuaron viviendo como religiosas y honrando devotamente al Sagrado Corazón”.




Año: 1960 País: Francia, Italia. Dirección: Philippe Agostini, Raymond Leopold Bruckberger Intérpretes: Jeanne Moreau, Alida Valli, Madeleine Renaud, Pascale Audret, Pierre Brasseur, Anne Doat Argumento: Georges Bernanos (obra de teatro) Guión: Philippe Agostini, Raymond Leopold Bruckberger Música: Jean Françaix Fotografía: André Bac Distribuye en otros formatos (DVD): Karma Films

Hna. Teresa de San Agustín (Magdalena Claudina Lidoine) Priora de todas ellas, nacía en París el 22 de Septiembre de 1752.
Hna. San Luis (María Ana Francisca Brideau), nace en Belfort.
Hna. de Jesús Crucificado (María Ana Piedcourt), nace en Paris.
Hna. de la Resurrección (Ana María Magdalena Carlota Thouret), nace en Mouy (Oise).
Hna. Eufrasia de la Inmaculada Concepción (María Claudia Cipriana Brard),nace en Bourth Eure.
Hna. Enriqueta de Jesús (María Francisca Gabriela de Croissy) nace en París.
Hna. Teresa del Corazón de María (María Ana Hanisset), nace en Reims.
Hna. Teresa de San Ignacio (María Gabriela Trézel), nace en Compiègne.
Hna. Julia Luisa de Jesús (Rosa Chrétien), nace en Evreux (Eure).
Hna. María Enriqueta de la Providencia (Anita Pelras), nace en Cajarc.
Hna. Constanza (María Juana Meunier), nace en Saint-Denis.
Hna. María del Espíritu Santo (Angélica Roussel), nace en Fresnes.
Hna. Santa María (María Dufour), nace en Bann´s.
Hna. San Francisco Javier (Isabel Julieta Verolot), nace en Lignières.
Luisa Catalina Soiron, tornera, nace en Compiègne.
Teresa Sairon, tornera, nace en Compiègne.



Oremos: Señor, Padre Santo, que elegiste a la Beata Teresa y a sus hermanas carmelitas para que, fortalecidas con la gracia de tu Espíritu Santo, llegaran desde la soledad del Carmelo hasta la palma del martirio; concédenos que te amemos con fidelidad y lleguemos, como ellas, hasta la contemplación de tu belleza en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


 

- http://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%A1logos_de_Carmelitas
- gloria.tv/?media=87046
-http://santosocd.blogspot.com.es/search/label/M%C3%A1rtires%20de%20Compi%C3%A8gne
- http://es.wikipedia.org/wiki/Di%C3%A1logos_de_carmelitas_%28%C3%B3pera%29
- http://www.youtube.com/watch?v=5RGSLSYXIek
-http://www.youtube.com/watch?v=Ux_MeFyBrvI&feature=related


LA FRONTERA DE DIOS


 "La frontera de Dios" (Ediciones Orbis, 1984;Colección grandes autores españoles del siglo XX; 249 Pág. 15 E.* Premio Nadal 1956 *) Novela de D. José Luis Martín Descalzo (Madridejos, Toledo 1930 / + Madrid 1991) Poeta, periodista, ensayista, presentador de televisión, novelista y autor teatral. Ganó premios literarios como el Nadal, Ínsula y Naranco. Tiene más de 40 libros publicados entre los que destacan:  La frontera de Dios, Un periodista en el Concilio, Un Cura se confiesa, Vida y misterio de Jesús de Nazaret y Razones para amar. Fue director del programa "Pueblo de Dios" de TVE y redactor jefe de la sección de religión de ABC. Poco antes de morir escribió "Soy, soy, soy sacerdote. Por los siglos de los siglos."

En ésta novela va describiendo el autor los aconteceres cotidianos de Torre, un pueblo de Castilla,  con Renato y su Fé en Dios que salvará al pueblo de la sequía terrena y divina.Novela que se puede comparar algo con la realidad, con el cansancio de la Fé, la pérdida de valores tradicionales,...


También se hizo una adaptación al mundo del celuloide:

Director: César Ardavín Intérpretes: Alicia Altabella, Enrique Ávila, Enriqueta Carballeira, José Marco Davó, Julia Gutiérrez Caba, Manuel Manzaneque Año: 1963. Duración: 84 min. Clasificación: Sin definir Género: Drama Color o en B/N: Blanco y Negro Guión: César Ardavín, José Mª Pérez Lozano Fotografía: Manuel Rojas Música: Regino Sainz de la Maza
 
Adaptación de una novela del padre José Luis Martín Descalzo, ganadora en su día del Premio Nadal, que viene a proponer un cruce entre ""Los jueves milagro"" y ""El que debe morir"". La manipulación interesada de los sentimientos religiosos es la clave de un drama plano y gris, en el que los momentos de presunta intensidad bordean peligrosamente el ridículo más flagrante.





Transmitir la levadura evangélica.

Benedicto XVI ya abraza Milán


El abrazo de las familias provenientes de todo el mundo y el calor de más de un millón de fieles que participan en el VII Encuentro de las Familias, ha recibido esta tarde a Benedicto XVI.
Desde las 17.00 (hora local) del viernes hasta las 17.00 del domingo. 48 horas : un viaje que por un lado es una visita pastoral a la capital lombarda y por otro un viaje "internacional" entre las familias del mundo. Las tres jornadas del Papa en la diócesis más grande de Europa, a la cual han llegado más de un millón de familias de casi 100 países, estarán dedicadas a recordar los valores pastorales y espirituales de la institución familiar, ofuscados y, a menudo despreciados, por la sociedad actual. La primera gran cita del Papa con los fieles fue esta tarde a las 17.30 en la plaza del Duomo, la catedral en Milán, donde pronunció su primer discurso transmitido por más de 40 televisiones de todo el mundo.

Discurso completo del Santo Padre:

Señor Alcalde,
distinguidas Autoridades,
venerados Hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio.
¡Queridos hermanos y hermanas de la Archidiócesis de Milán!

Saludo cordialmente a todos los aquí reunidos tan numerosamente, así como a cuantos siguen este evento a través de la radio o la televisión. ¡Gracias por su calurosa acogida! Agradezco al Señor Alcalde por las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de la comunidad cívica. Saludo con deferencia al Representante del Gobierno, al Presidente de la Región, al Presidente de la Provincia, así como a los demás representantes de las Instituciones civiles y militares, y expreso mi aprecio por la colaboración brindada para la realización de los diversos momentos de esta visita.

Estoy feliz de estar hoy entre ustedes y agradezco a Dios, que me ofrece la oportunidad de visitar su ilustre Ciudad. Mi primer encuentro con los Milaneses se realiza en esta Plaza de la Catedral, corazón de Milán, donde surge el imponente monumento símbolo de la Ciudad. Con su selva de agujas invita a mirar hacia lo alto, a Dios. Justamente tal impulso hacia el cielo siempre caracterizó Milán y le ha permitido a lo largo de los tiempo responder fructuosamente a su vocación: ser un cruce de caminos – Mediolanum – de pueblos y de culturas. La ciudad ha sabido de esta forma conjugar sapientemente el orgullo por la propia identidad con la capacidad de acoger toda contribución positiva que le venía ofrecido en el transcurso de la historia. También hoy, Milán está llamada a redescubrir este su papel positivo de mensajero de desarrollo y de paz para toda Italia. Dirijo mi agradecimiento cordial al Pastor de esta Archidiócesis, el Cardenal Angelo Scola, por el recibimiento y las palabras que me ha dirigido a nombre de la entera Comunidad diocesana; con él saludo a los Obispos Auxiliares y a quienes lo han precedido en esta gloriosa y antigua Cátedra, el Cardenal Dionigi Tettamanzi y el Cardenal Carlo María Martini.

Dirijo un saludo particular a los representantes de las familias - provenientes de todo el mundo- que participan del VII Encuentro Mundial. Dirijo un afectuoso pensamiento a cuantos tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y se encuentran afligidos por varias preocupaciones: a las personas solas o en dificultad, a los desocupados, a los enfermos, a los encarcelados, a cuantos están privados de una casa o de lo indispensable para vivir una vida digna. Que no falte a ninguno de estos nuestros hermanos y hermanas el interés solidario y constante de la colectividad. Con este motivo, me complazco de todo cuanto la Diócesis de Milán ha hecho y continúa haciendo para ir concretamente en ayuda a las necesidades de las familias más golpeadas por la crisis económico-financiera, y por haberse de inmediato puesto en acción, junto a la entera Iglesia y sociedad civil en Italia, para socorrer a las poblaciones victimas del terremoto de Emilia Romagna, que están en nuestros corazones y nuestra oración y por las cuales invito, una vez más, a una generosa solidaridad.

El VII Encuentro Mundial de las Familias me ofrece la grata ocasión de visitar su Ciudad y de renovar los lazos estrechos y constantes que unen la comunidad ambrosiana con la Iglesia de Roma y al Sucesor de Pedro. Como es sabido, san Ambrosio provenía de una familia romana y mantuvo siempre viva su unión con la Ciudad Eterna y con la Iglesia de Roma, manifestando y elogiando el primado del Obispo que la preside. En Pedro –afirma- «está el fundamento de la Iglesia y el magisterio de la disciplina» (De virginitate, 16, 105); y también en la conocida declaración: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia» (Explanatio Psalmi 40, 30, 5). La sabiduría pastoral y el magisterio de Ambrosio sobre la ortodoxia de la fe y sobre la vida cristiana dejarán una huella indeleble en la Iglesia universal y, en particular, marcarán a la Iglesia de Milán, que jamás ha dejado de cultivar la memoria y de conservar su espíritu. La Iglesia ambrosiana, custodiando las prerrogativas de su rito y las expresiones propias de la única fe, está llamada a vivir en plenitud la catolicidad de la Iglesia una, a testimoniarla y a contribuir a enriquecerla.

El profundo sentido eclesial y el sincero afecto de comunión con el Sucesor de Pedro, forman parte de la riqueza y de la identidad de su Iglesia a largo todo su camino, y se manifiestan en modo luminoso en las figuras de los grandes Pastores que la han guiado. En primer lugar san Carlo Borromeo: hijo de su tierra. Él fue, como decía el Siervo de Dios Pablo VI, “un forjador de la conciencia y de la costumbre del pueblo” (Discorso ai Milanesi, 18 marzo 1968); y lo fue sobretodo con la aplicación amplia, tenaz y rigurosa de las reformas tridentinas, con la creación de instituciones renovadoras, a comenzar de los Seminarios, y con su ilimitada caridad pastoral radicada en una profunda unión con Dios, acompañada de una ejemplar austeridad de vida. Junto con los santos Ambrogio y Carlo, deseo recordar otros excelentes Pastores más cercanos a nosotros, que han embellecido con la santidad y la doctrina de la Iglesia de Milán: el beato Cardenal Andrea Carlo Ferrari, apóstol de la catequesis y de los oradores y promotor de la renovación social en sentido cristiano; el beato Alfredo Ildefonso Schuster, el “Cardenal de la oración”, Pastor incansable, hasta la consumación total de sí mismo por sus fieles. Además, deseo recordar dos Arzobispos de Milán que devinieron Pontífices: Aquille Ratti, Papa Pio XI; a su determinación se debe la positiva conclusión de la “Questione Romana” y la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el Siervo de Dios Giovanni Battista Montini; Pablo VI, bueno y sabio, que, con mano experta, supo guiar y llevar a un feliz resultado el Concilio Vaticano II. En la Iglesia ambrosiana maduraron además algunos frutos espirituales particularmente significativos para nuestro tiempo. Entre todos quiero hoy recordar, precisamente pensando en las familias, a santa Gianna Beretta Molla, esposa y madre, mujer comprometida en el ámbito eclesial y civil, que hizo resplandecer la belleza y la alegría de la fe, de la esperanza y de la caridad.

Queridos amigos, su historia es riquísima de cultura y de fe. Tal riqueza ha vivificado el arte, la música, la literatura, la cultura, la industria, la política, el deporte, las iniciativas de solidaridad de Milán y de toda la Arquidiócesis. Toca ahora a ustedes, herederos de un glorioso pasado y de un patrimonio espiritual de inestimable valor, comprometerse para transmitir a las generaciones futuras la llama de una tan luminosa tradición. Ustedes bien saben cuánto sea urgente introducir en el actual contexto cultural la levadura evangélica.

La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, vivo entre nosotros, debe animar a todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, privada y pública, de modo de poder consentir un estable y auténtico “bienestar”, a partir de la familia, que va redescubierta cual patrimonio principal de la humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre. La singular identidad de Milán no debe aislarla ni separarla encerrándola en si misma. Al contrario, conservando la linfa de sus raíces y los rasgos característicos de su historia, ella está llamada a mirar al futuro con esperanza, cultivando un vínculo íntimo y propulsor con la vida de toda Italia y de Europa. En la clara distinción de los papeles y de las finalidades, la Milán positivamente “laica” y Milán de la fe son llamadas a concurrir al bien común.

Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias de nuevo por su acogida! Los confío a la protección de la Virgen María, que desde la más alta aguja de la Catedral vela maternalmente día y noche sobre esta Ciudad. A todos ustedes que estrecho en un gran abrazo, imparto mi afectuosa Bendición.

DUEÑO DE MI VIDA


 

 




DUEÑO DE MI VIDA 
Dueño de mi vida
vida de mi amor
ábreme la herida
de tu Corazón.
 
Dueño de mi vida.....
 
Corazón Divino
dulce cual la miel
Tú eres el Camino
para el alma fiel.
 
Dueño de mi vida.....
 
Tú eres la alegría
del que va a vivir
Tú eres el consuelo
del que va a morir.
 
Dueño de m vida.....
 
Tú abrasas el hielo
Tú endulzas la hiel
Tú eres el remedio
para el alma infiel.
 
Dueño de m vida.....
 
Tú eres la esperanza
del que va a sufrir
Tú eres el refugio
del que acude a Tí.
  Dueño de m vida.....





HIMNO AL CORAZÓN DE JESÚS
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Postrado a vuestros pies humildemente

vengo a pediros Dulce Jesús mío,
poderos repetir constantemente
SAGRADO CORAZÓN, EN VOS CONFÍO.
 
Si la confianza es prueba de ternura
esta prueba de amor daros ansío,
aún cuándo esté sumido en la amargura
SAGRADO CORAZÓN, EN VOS CONFÍO.
 
En las horas más tristes de mi vida
cuando todos me dejen ¡Jesús mío!,
y el alma esté por penas combatidas
SAGRADO CORAZÓN, EN VOS CONFÍO.
 
Si el Bautismo hermosea mi alma
yo os prometí ser vuestro y Vos ser mío,
clamaré siempre en tempestad y en calma
SAGRADO CORAZÓN, EN VOS CONFÍO.
 
Yo siento una confianza de tal suerte
que sin ningún temor ¡oh Dueño mío!,
espero repetir hasta la muerte
SAGRADO CORAZÓN, EN VOS CONFÍO.
 
Reinad Señor fervientes suplicamos
sea tu amor faro en nuestro camino,
prometisteis reinar y lo esperamos
VENGA TU REINO CORAZÓN DIVINO.




VEN, CORAZÓN SAGRADO
Ven, Corazón Sagrado
de Nuestro Redentor.
Comience ya el Reinado
De tu Divino Amor. (bis)
 
 
Ven, tuya es España entera,
tuyo su invicto blasón,
ven y vence,
reina e impera
¡oh Sagrado Corazón! (bis)
 
 
Ven, Corazón Sagrado
de Nuestro Redentor.
Comience ya el Reinado
De tu Divino Amor. (bis)







La luz de la Paz


El Himno a la Alegria resonó más fuerte en presencia del Papa






Señores Cardenales,
ilustres Autoridades,
venerables Hermanos en el Episcopado y en el Presbiterado.
¡Queridas Delegaciones del VII Encuentro Mundial de las Familias!

En este histórico lugar quisiera recordar sobretodo un evento: era el 11 de mayo de 1946 y Arturo Toscanini alzó la baqueta para dirigir un concierto memorable en la Scala reconstruida luego de los horrores de la guerra. Cuentan que el gran Maestro apenas llegado aquí a Milán se dirigió de inmediato a este Teatro y al centro de la sala comenzó a batir las manos para probar si se había mantenido intacta su proverbial acústica y escuchando que era perfecta exclamó: «E’ la Scala, è sempre la mia Scala!». En estas palabras, « ¡Es la Scala!», se encierra el sentido de este lugar, templo de la Opera, punto de referencia musical y cultural no sólo para Milán y para Italia, sino para todo el mundo. Y la Scala está ligada a Milán de manera profunda, es una de sus glorias más grandes y he querido recordar aquel mes de mayo de 1946 porque la reconstrucción de la Scala fue una señal de esperanza para la recuperación de la vida de toda la Ciudad luego de las destrucciones de la Guerra. Es por tanto un honor para mi estar aquí con todos ustedes y haber vivido, con este espléndido concierto, un momento de elevación del alma. Agradezco al Alcalde, Abogado Giuliano Pisapia, el Sobreintendente, Dr. Stéphane Lissner, también por haber introducido esta velada, pero sobretodo a la Orquesta y el Coro del Teatro della Scala, a los cuatro Solistas y al maestro Daniel Barenboim por la intensa y cautivante interpretación de una de las obras maestras absolutas de la historia de la música. La gestación de la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven fue larga y compleja, pero desde los célebres primeros dieciséis compases del primer movimiento, se crea un clima de espera de algo de grandioso y la espera no es defraudada.

Si bien siguiendo sustancialmente las formas y el lenguaje tradicional de la Sinfonía clásica, Beethoven hace percibir algo nuevo ya desde la amplitud sin precedentes de todos los movimientos de la obra, que se confirma con la parte final introducida por una terrible disonancia, de la cual se desprende el recitativo con las famosas palabras «Amigos, no éstos tonos, entonemos otros más atrayentes y gozosos», palabras que, en un cierto sentido, «dan vuelta a la página» e introducen el tema principal del Himno a la Alegría. Es una visión ideal de humanidad aquella que Beethoven diseña con su música: «el gozo activo en la fraternidad está en el amor recíproco, bajo la mirada paterna de Dios» (Luigi Della Croce). No es un gozo propiamente cristiano aquel que Beethoven canta, es el gozo, sin embargo, de la fraterna convivencia de los pueblos, de la victoria sobre el egoísmo, y es el deseo que el camino de la humanidad esté marcado por el amor, casi como una invitación que dirige a todos más allá de toda barrera y convicción.


Sobre este concierto, que debía ser una alegre fiesta con ocasión de este encuentro de personas provenientes de casi todas las naciones del mundo, está la sombra del sismo que ha llevado gran sufrimiento a tantos habitantes de nuestro País. Las palabras tomadas del Himno a la Alegría de Schiller, suenan como vacías para nosotros, es más, no parecen verdaderas. No probamos en absoluto las centellas divinas del Elíseo. No estamos ebrios de fuego, más bien paralizados por el dolor por tanta e incomprensible destrucción que ha costado vidas humanas, que ha quitado casa y cobijo a tantos. También la hipótesis que sobre el cielo estrellado debe habitar un buen padre, nos parece discutible. El buen padre ¿está sólo sobre el cielo estrellado? ¿Su bondad no llega aquí hasta nosotros? Buscamos un Dios que no se encuentra distante, sino que entra en nuestra vida y en nuestro sufrimiento.

En esta hora, las palabras de Beethoven “Amigos, no éstos tonos…” las quisiéramos remitir precisamente a aquellas de Schiller. No éstos tonos. No tenemos necesidad de un discurso irreal de un Dios lejano y de una fraternidad que no se compromete. Estamos en búsqueda del Dios cercano. Buscamos una fraternidad que, en medio a los sufrimientos, sostiene al otro y así ayuda a ir hacia adelante. Después de este concierto muchos irán a la adoración eucarística – al Dios que se colocó en medio de nuestro sufrimiento y continúa haciéndolo. Al Dios que sufre con nosotros y por nosotros y que así ha hecho a los hombres y mujeres capaces de compartir el sufrimiento del otro y de transformarlo en amor. Precisamente con este concierto nos sentimos llamados a esto.

Gracias, una vez más a la Orquesta y al Coro del Teatro alla Scala, a los Solistas y a cuantos han hecho posible esta velada. Gracias al Maestro Daniel Barenboim también porque con la elección de la Novena Sinfonía de Beethoven nos permite lanzar un mensaje con la música que afirme el valor fundamental de la solidaridad, de la fraternidad y de la paz. Y me parece que este mensaje sea precioso también para la familia, porque es en familia que se experimenta por primera vez que la persona humana no ha sido creada para vivir encerrada en si misma, sino en relación con los demás; es en familia que se comprende que la realización de si no consiste en el ponerse al centro, guiados por el egoísmo, sino en el donarse; es en familia que se inicia a encender en el corazón la luz de la paz para que ilumine este nuestro mundo. Y gracias a todos ustedes por el momento que hemos vivido juntos.

Detente milagroso

El pasado 7 de marzo, el caballero legionario Iván Castro Canovaca, jiennense de 23 años y futuro padre de una niña, recibió un balazo durante un combate en Afganistán. La orden de 14 de marzo de la Brigada de Infantería Ligera Rey Alfonso XIII, II de la Legión, da cuenta de la acción y resalta y detalla el excelente comportamiento militar de todos los legionarios que participaron en él, destacando en particular el teniente Ramón Prieto Gordillo, el sargento José Moreno Ramos, los cabos primeros José Manuel Gómez Santana y José Miguel Gómez Ortega, el cabo Fernando Carrasco Ibriani y el caballero legionario Iván Castro Canovaca.

De este último, fusilero del tercer pelotón, dice la orden que, "herido en los primeros segundos del combate, mantiene la calma y pide a su Jefe de Pelotón que le deje solo y acuda a su puesto nuevamente. Cuando su Jefe de Sección le decía que estuviera tranquilo que se iría a España a ver nacer a su hija, respondió que eso no le importaba, que lo que quería era seguir allí, en su puesto. No perdió en ningún momento la compostura, evitando ser un problema más en aquella situación".

Castro Canovaca había recibido un impacto de bala enemigo que le había atravesado los dos pulmones, pasándole a milímetros del corazón, la aorta, la tráquea y el esófago. La trayectoria recorrida y las lesiones causadas eran tan complejas que no se le pudo extraer el proyectil hasta pasados varios días. Actualmente se recupera en el Hospital Gómez Ulla de Madrid y está fuera de peligro, pero según ha podido saber ReL, la opinión de los médicos de cirugía torácica que le atendieron es que su caso es "único" y "lo normal es que hubiera fallecido en los diez primeros minutos".

El Detente salvador
Pero además de sus armas y pertrechos, uno de los objetos con los que partió hace semanas camino de Afganistán este caballero legionario (como otros miembros de la VIII Bandera del Tercio Don Juan de Austria, III de la Legión, que así lo desearon) fue un Detente Bala que les obsequiaron, a quienes quisiesen llevarlo, la Hermandad del Cristo del Perdón de Elche y sus paisanos del Círculo de Amigos de las Fuerzas Armadas de Jaén.


El Detente que lleva la VIII Bandera de la Legión.
Como publica la revista Armas y Cuerpos, de la Academia General Militar, en su número de febrero, el teniente coronel Carlos María Salgado Romero, jefe de dicha bandera, ha decidido recuperar la vieja tradición del Detente Bala, de uso habitual entre los militares españoles desde hace siglos como invocación protectora al Sagrado Corazón de Jesús.

Nació a raíz del florecer de esa devoción con Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), cuya plasmación fue el bordado de la imagen del Sagrado Corazón en pequeños emblemas para llevar cosido a la ropa o colgado del cuello o en un bolsillo, y con la leyenda Detente, el Corazón de Jesús está conmigo, dirigida al demonio y contra la tentación.

Pero, explica la revista, "unos cuantos relatos de soldados que lograron esquivar a la muerte, de esa forma casi milagrosa en que, a veces, suceden las cosas, le dieron tanto prestigio al emblema, que viajó con los militares españoles por todas las guerras que vinieron después en la Península y también en aquellas por las que perdimos nuestras últimas posesiones en ultramar".

Una vieja y querida tradición militar
El popular Detente, sin perder su connotación espiritual, se transformó para los soldados españoles también en un Detente Bala, un último recurso para que, si era voluntad de Dios, la muerte pasase de largo en medio del fuego enemigo.

El páter de la VIII Bandera dejó claro a los legionarios, al entregárselo bendecido, que no se trata de amuleto: "Seguro que os ayudará en los buenos y en los malos momentos, pero no lo cojáis como el que lleva un amuleto, esto no es una pata de conejo. Cogedlo como algo espiritual entre cada uno de vosotros y Dios".

Para Iván Castro, y para la hija que pronto verá nacer, el Detente sí fue un Detente Bala, el último escudo para un caballero legionario cuando, según reza su himno legendario, "más rudo era el fuego y la pelea más fiera".

Centenario de la muerte de Marcelino Menéndez y Pelayo


Católico y patriota
El 19 de mayo se cumplen cien años del fallecimiento de don Marcelino Menéndez y Pelayo, el polígrafo español por excelencia. Murió besando el crucifijo mientras rezaba el Padrenuestro, en la ciudad de Santander. Se consideraba no solamente montañés, sino también santanderino y callealtero.
De su catolicidad quiero señalar dos manifestaciones suyas: «Soy católico, no nuevo ni viejo, sino católico a machamartillo, como mis padres y abuelos, y como toda la España histórica, fértil en santos, héroes y sabios, bastante más que la moderna. Soy católico, apostólico, romano, sin mutilaciones ni subterfugios, sin hacer concesión a la impiedad ni a la heterodoxia» En otra declaración de catolicidad afirma: «Profeso íntegramente la doctrina católica, no sólo como absoluta verdad religiosa, sino como perfección y complemento de toda verdad en el orden social y como clave de la grandeza histórica de nuestra Patria».
Sobre nuestro glorioso destino histórico, extracto un discurso de Menéndez Pelayo: «Dios nos concedió la victoria, y apremió el esfuerzo perseverante, dándonos el destino más grande entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. Un ramal de nuestra raza forzó el Cabo de las Tormentas, interrumpiendo el sueño secular de Adamastor, y reveló los secretos del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas de Ceilán y las perlas que adornaban la cuna del Sol y el tálamo de la aurora. Y el otro ramal fue a prender en tierra intacta aún de caricias humanas, donde los ríos eran como mares y los montes veneros de plata, y en cuyo hemisferio brillaban estrellas nunca imaginadas por Ptolomeo ni por Hiparco».
Y termina el discurso con un canto a España: «España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, luz de Trento, espada de Roma, cuna de san Ignacio. Ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo».
Mucha razón tenía Menéndez y Pelayo cuando afirmaba que los españoles somos el único pueblo en el mundo que habla mal de su propia nación. ¿ No tendríamos que imitar en esto a franceses, ingleses y estadounidenses? También, por desgracia, acertaba don Marcelino cuando preguntaba: ¿No sobran motivos para afirmar que, si olvidamos la tradición, ha de llegar un día en que reneguemos hasta de nuestra lengua y de nuestra raza, y acabemos de convertirnos en un pueblo de babilónicos pedantes, sin vigor ni aliento para ninguna empresa generosa, maldiciendo siempre de nuestros padres y sin hacer nada de provecho jamás? La solución, en síntesis, que da Menéndez y Pelayo es el cultivo de la ciencia española.
Y quiero cerrar este artículo sobre Menéndez y Pelayo con la definición que, sobre su vida, hizo el también santanderino cardenal Herrera Oria: «Consagró su vida a su Patria; quiso poner a su Patria al servicio de Dios».
Un olvido de lesa ciencia
Parece que vivimos tiempos de depresiones, no sólo económicas, también psicosociales y culturales. La memoria se desinfla, se vuelve fatua y las conmemoraciones pasan al olvido de un sencillo apunte en la agenda personal, o a la esquina de un breve periodístico, o se convierten en fiesta de nostálgicos atrabiliarios. Incluso gobernando las derechas, un Ejecutivo para la economía y por tanto para la ética, la cultura se transforma en mero embellecimiento de una estética siempre tardía, que por no ser, no es ni clásica

Y en éstas, don Marcelino Menéndez y Pelayo se nos aparece, como si fuera el maestro de la conciencia hispánica y del pensamiento católico. Se manifiesta, nos interpela y nos obliga. ¿Qué queda de don Marcelino en este presente de la Historia? ¿Acaso ese virus postmoderno del complejo deconstructor de grandes hombres, de grandes historias, de grandes relatos, de sentido, al fin y al cabo, nos está afectando hasta tal punto que hemos perdido la memoria y, con ella, el verbo en activo de la esperanza? ¿También en la Iglesia, pueblo de la memoria e inteligencia de la fe, la caridad y la esperanza?
Cuando el inquieto afán de la búsqueda de la verdad que propone la Iglesia tiene que recurrir a una Carta pastoral escrita en 1956, por el entonces obispo de Santander, monseñor José Eguino y Trecu, quiere decir que algo pasa. Se cumplían cien años del nacimiento de don Marcelino.
El santo obispo don José recogía estas palabras sobre don Marcelino, ideas de don Rafael García de Castro, que fuera arzobispo de Granada, quien describía el sentido vital del joven polígrafo montañés de tal manera: «Nosotros hemos querido detenernos en algunos puntos de aquellas memorables oposiciones, porque así se comprende la importancia del rasgo de Menéndez Pelayo que puso la ciencia, al pisar el umbral mismo de su cátedra universitaria, a la sombra de la Cruz. Mas no por jactancia ni por pedantesca exhibición de una piedad farisaica y vocinglera, sino por convicción íntima, porque lo exigía así la sencillez y firmeza de un joven casi imberbe, que no se pagaba de adulaciones, pero tampoco se asustaba del respeto humano y llevaba en todas partes sentida y honda la fe que aprendió sobre las rodillas de su madre».
El 19 de mayo de 1912 fallecía en Santander un sabio; quisiera ahora escribir: el último hombre sabio de nuestra España. Ahora se cumplen cien años, y nuestra historia muda y hace silencio. ¿Saben los universitarios quién fue don Marcelino, su pasión por la verdad, su amor sincero por la fe? He aquí nuestro pecado, un pecado de lesa ciencia.
Permítaseme, como coda, recordar una anécdota. Acompañábamos habitualmente los monaguillos de la parroquia de San Francisco de Asís, de Santander, a nuestro venerado párroco, don Antonio de Cossío y Escalante, sacerdote santo y sabio, a su casa, después de la dominical Misa mayor. El trayecto discurría por delante de la vivienda que fuera de don Marcelino, y siempre, siempre, se hacía, a la altura de ese edificio, un silencio para rezar por el alma de quien, según el decir de nuestro párroco, debía de ser para nosotros ejemplo de vida intelectual y de amor por la fe y por España. Don Antonio, nieto de Amós de Escalante, sabía bien de don Marcelino por las anécdotas que le contaba su madre que, cuando era niña, interpretaba infantiles piezas de teatro clásico a quienes participaban en la tertulia literaria de su casa.
¿Quién siembra en las presentes generaciones la pasión por las pasiones que llenaron la vida de Menéndez y Pelayo, por esos amores que nuca se pierden y que pasan por encima de lo que el segundero de la Historia condena? Ya lo dijo Ángel Herrera Oria, que bebió de la obra de don Marcelino y que impregnó toda la suya con esa labia: su vida entera es sólida y de una pieza. «Católico a machamartillo, como sus padres»; españolísimo «de la única España que el mundo conoce»; «admirador de los pueblos que se reconstruyeron ahondando en su propia tradición», fustigó duramente a los españoles que desorientaban a la juventud «corriendo tras los vanos trampantojos de una falsa y postiza cultura, en vez de cultivar su propio espíritu». Porque «un pueblo joven puede improvisarlo todo menos su cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia próxima a la imbecilidad senil».

Virgen de la Estrada

 Nuestra Señora de la Estrada o del Camino (24 de mayo). Iglesia del Gesú, Roma.

Bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Strada, Estrada, o del Camino, cuya fiesta se celebra el 24 de mayo, se venera en un cuadro de la Virgen, que recibió culto desde el siglo V en una capilla situada al pie del Capitolio, en el límite de via dell´Aracoeli. La capilla era conocida con el nombre “degli Astalli”, posteriormente degli Altieri (por el nombre de la plaza a la que daba) y finalmente Madonna della Strada. Entre 1569 y 1575 debió de estar expuesta en la cercana iglesia de S. Marcos. En 1696 la capilla fue adornada con mármoles, frescos y tablas que representan escenas de la vida de la Virgen y se añadió una inscripción latina que recuerda a S. Ignacio y a S. Francisco de Borja celebrando la eucaristía ante la Virgen.

A esta imagen S. Ignacio y sus primeros compañeros profesaron gran devoción: S. Francisco Javier, apóstol de Oriente; el Beato Pedro Fabro, primer compañero de Ignacio, hombre bueno y misionero en Europa; S. Pedro Canisio, autor del catecismo y fundador de colegios en Alemania; S. Estanislao de Kostka, novicio enviado por Canisio a Roma, que fue recibido por S. Francisco de Borja, y S. Felipe Neri. Todos buscaban en María el consuelo y la intercesión de la Señora.

El recinto religioso se convirtió en la primera iglesia de la Compañía por concesión de Paulo III Farnese en 1540, después de ser aprobada la Compañía el 27 de septiembre de ese mismo año. Según Polanco, la iglesia era estrecha, húmeda, sin adornos y se encontraba en estado ruinoso, aunque siempre estaba repleta de fieles que acudían a escuchar la explicación de la doctrina, recibir el sacramento del perdón y la dirección espiritual gratuita, de acuerdo con las Constituciones de la Compañía. Esta afluencia aumentó la devoción a la Virgen. El mismo S. Ignacio intervino para adaptar la iglesia a las exigencias de la concurrencia de los fieles, aunque su deseo real era construir una mayor, tropezando con la oposición de las poderosas familias del vecindario, hasta que en 1568, el Cardenal Alessandro Farnese venció las dificultades y emprendió la construcción de la actual iglesia del Gesù, aunque para ello hubo que derribar la capilla. La imagen se preservó mediante el corte del muro sobre el que estaba pintada. Desconocemos si la actual colocación de la pintura hay que atribuirla a aquel período, aunque es más probable que se deba a las intervenciones de 1800. En 1575, con la apertura de la nueva iglesia del Gesù la imagen fue colocada en la capilla construida al lado del evangelio.

La imagen de la Virgen de la Strada es un fresco de excelente factura de la segunda mitad del S. XIII y primera mitad del S. XIV. Se trata de una representación iconográfica anónima de la Virgen, aunque los elementos compositivos la sitúan en la escuela romana medieval; de todos modos no se descarta la posibilidad de que pertenezca al círculo de Cavallini, teniendo en cuenta que Madre e Hijo hay que atribuirlos a distintos artistas. Ella aparece representada de medio busto, ataviada con un manto dorado revestido a modo de seda que la envuelve, siendo visibles las líneas doradas del Espíritu Santo. Con la mano izquierda sostiene al Niño, al tiempo que la mano derecha se encuentra abierta hacia los fieles. La mirada es frontal y el rostro sereno. La cabeza se halla coronada y circundada por el nimbo. En conjunto, podemos afirmar que estamos ante una imagen de María como Madre y mediadora de todas las gracias. El Niño aparece nimbado en forma de cruz. Su postura recuerda al Pantocrátor. Su mirada es igualmente frontal y, como su Madre, también presenta un rostro sereno. En su mano izquierda sostiene el Libro de la Vida, mientras que la derecha aparece en actitud de bendecir. A la izquierda de la Virgen quedan restos de la estrella dorada, siguiendo el canon de la época, junto con las tres estrellas colocadas, en las dos espaldas y una sobre la cabeza, que indicaban la fe en la virginidad de María.

La imagen fue coronada canónicamente en 1638 y esa fue la primera vez que se otorgó semejante honor a un cuadro. Dicho acto fue repetido en 1885. Ella es para la Compañía de Jesús la memoria de sus comienzos. Junto con las camarette en que S. Ignacio pasó sus últimos años y escribió las Constituciones, inmerso en la contemplación de la Trinidad, nos traslada a un tiempo lejano y sin embargo vibrante con el espíritu que anima a todo jesuita y a cuantos comparten su misión en comunión con la Compañía. En 1890 León XIII concedió la fiesta litúrgica de la Virgen de la Estrada con misa propia para el 24 de mayo. Y el 25 de septiembre de 1978 (AR XVII, 205) la Santa Sede otorga a toda la Compañía su misa y oficio litúrgico para el mismo día como memoria libre.

Recientemente la imagen ha sido restaurada y se encuentra tal y como la conoció Ignacio de Loyola A ella le pidió muchas veces la gracia de ser puesto con el Hijo, gracia que obtuvo como se le confirmó en la visión de la Storta al final del verano de 1537. Al sacar la imagen del nicho en el que se encontraba desde el año 1882, la pared del fondo apareció revestida de madera cruda sobre la que una mano incierta escribió con caracteres de diverso tamaño la memoria del último alojamiento de la imagen: “Esta imagen de María Ssma. de la Strada fue sacada de este nicho y llevada en procesión al altar mayor el 19 de noviembre de 1882 para festejar el tercer aniversario de su colocación en esta capilla. Comenzó un triduo el 22; la fiesta fue el 26 y se procesionó el domingo después de la Inmaculada, 8 de diciembre de 1882. La gran fiesta fue dirigida por el Hermano Bellonghi Domenico de la Compañía de Jesús; fue devuelta a este nicho el 9 de diciembre de 1882”.
Miguel Ángel Alcalde Arenzana, s.j.


Rosario

Hoy, es Sábado del mes de Mayo dedicado a la Virgen María que es nuestra Madre celestial  e intercesora ante su Hijo por Nosotros.Ella nos escucha atentamente y nos ayuda; Gracias Madre, porque aunque nos olvidemos de tí (no llegamos a olvidarte, sino con el mundanal ruido nos alejamos un poco), una madre siempre está ahí, esperándonos, a recibir un beso, una caricia, un gesto de Amor, una palabra.Si todavía no hemos ido a verte, Madre, en este mes;Te prometemos que antes de que terminen los días floridos te regalaremos una Romería con un gran ramo de rosas (sacrificios). ¡Feliz Domingo de la Rosa (Pentecostés)! Muchas gracias a  Mª. Del Rosario por su gran Fé en Dios y un gran Amor a María Santísima.
Promesas para quien reza el Rosario
"Los pecados obtienen el perdón;
las almas sedientas se sacian;
los que lloran encuentran la alegría;
los que son tentados, la tranquilidad;
los pobres son socorridos;
los religiosos, enfervorizados;
los ignorantes, instruidos;
los vivos vencen la vanidad;
y las almas del purgatorio encuentran alivio".

(San Luis María Grignion de Montfort)

Vivir con Dios alegremente

Entrevista a una persona sufriente pero gracias a su Fé en Dios  sale adelante cada día, dando gracias y alabándole con Alegría por su Vida. Y nosotros ... que abandonamos a la 1ª  sin confiar en Dios plenamente; Señor, a partir de hoy quiero seguir tus huellas en el camino sufriente y alegre para llegar a verte cara a cara en la morada celestial.

Fé en el cine

 

San Antonio de Padua (Italia, 2002)
 Duración: 100 min.
                                                                Dirección: Umberto Marino

Sinopsis: San Antonio de Padua es uno de los más populares santos del cristianismo, venerado en todos los confines de la tierra. Su santuario en Padua es el segundo más visitado, después de Lourdes, pero su vida aventurera nunca fue narrada.

Nacido en una familia noble portuguesa, Antonio desafió a su padre y se negó a participar en la guerra contra los musulmanes. San Antonio se convirtió al catolicismo en 1220, y abandonó su vida privilegiada, para convertirse en un monje humilde, un seguidor de San Francisco de Asís y un sirviente de la Iglesia, difundiendo la palabra de Dios en vez de tomar la espada.

La historia cuenta sus años de predicación y los milagros que siguieron, describiendo su misión en Marruecos, su vida en Italia y su encuentro con San Francisco de Asís. Desgastado por una larga enfermedad, San Antonio decidió retirarse cerca de la ciudad de Padua, donde hizo su último gran milagro. Tenía tan solo 36 años cuando murió, y casi inmediatamente - a las 11 meses de fallecido- fue declarado Santo por el Papa Gregorio IV.

EL SEMINARISTA

IDEARIO DE SANTIDAD DEL SEMINARISTA | Mons. Arturo A. Szymanski Ramírez




PRESENTACIÓN


Este Ideario que tienes en tus manos creo puede ser considerado como una manifestación del cariño de quien lo escribe (Mons. Arturo A. Szymanski Ramírez), hacia los llamados por el Señor a ser guías de su Pueblo Santo en nuestra Nación. Tómenlo ellos como un apoyo dado por un pastor experimentado que, a sus sesenta años de ordenación presbiteral (22 de marzo de 2007), en pocas líneas plasma el sentir de su corazón para quienes como él han sido escogidos por el Señor para su servicio ministerial.

INTRODUCCIÓN

La formación sacerdotal que se ofrece en los seminarios va encaminada a preparar a los jóvenes que, descubriendo el llamado de Dios, desean responder a Él para llegar a ser un día “pastores” de su pueblo. La Sagrada Escritura afirma que el sacerdote es “un hombre tomado de entre los hombres y constituido a favor de los hombres” (Hbr 1,5). Por lo cual quien es “tomado de entre los hombres” para este fin, necesita prepararse en todas las dimensiones, de modo que alcance una formación “integral” (es decir “completa” ) y así pueda llegar en el futuro, a ser capaz de estar al frente de una comunidad como pastor.
Querido joven, al ofrecerte estas breves líneas que quieren ser un “Ideario de santidad para el seminarista”, espero y deseo te ayuden como un sencillo medio en tu camino, para lograr lo que tú quieres: ser un “buen pastor”.
+ José Luís Amezcua Melgoza
Obispo de Colima
Responsable de la Dimensión “Seminarios” en la
Comisión Episcopal para Vocaciones y Ministerios.

+ José Trinidad González Rodríguez
Obispo Auxiliar de Guadalajara
Presidente de la Comisión Diocesana de Causas de Canonización, en Guadalajara

¿QUIÉN SOY Y QUÉ QUIERO?

Soy consciente de ser una criatura limitada que desea entregarse a Dios para amarlo sobre todas las cosas siendo su ministro.
Debo tener claro que el que ingresa al Seminario entra a una vida muy especial que no es como la que llevaba antes.
Como la vida del seminarista va a cambiar éste debe lograr, en primer lugar, conocer si es capaz de ir adquiriendo todas las cualidades requeridas para “ser Sacerdote”.
Tú, has de tener claro si Dios te llama al ministerio presbiteral o únicamente a ser un buen cristiano. No hay un “tertium quid” (otra tercera opción). Eso quizá llevará tiempo y necesitará consejo y oración profunda.
Desde tu ingreso al Seminario deberás tratar de llevar una vida ordenada. Por eso el Reglamento del Seminario deberá asumirse no como una obligación que “hay que cumplir para que no me corran” sino como el comienzo de una vida ascética, que podrá llevarte en el futuro a ser un hombre ordenado y cumplidor de sus obligaciones seas presbítero o no. Así desde el comienzo deberás estar persuadido de que lo que se manda o prescribe es para lograr un objetivo superior que, a veces, al principio no se alcanza a valorar.
El que tiene claro que Dios le llama a ser “sacerdote ministerial”, debe saber que principia para él una vida de formación permanente que no terminará hasta su muerte.
Es muy importante saber claramente en qué consisten las virtudes sacerdotales, sobre todo la “sobriedad de vida” y el “santo celibato”, que siendo un don de Dios debes pedirlo con humildad. Para esto te deberás preparar desde que pones tus pies en la puerta del Seminario.

¿YO COMO SEMINARISTA EN QUÉ ME DEBO PREPARAR?

Tu tarea desde hoy es prepararte en cuatro dimensiones que son indispensables para lograr la integridad de la formación: la dimensión humana y la espiritual, la académica y la pastoral.
Este debe ser el orden lógico de tus prioridades y, si no lo guardas, difícilmente lograrás el objetivo: “Ser un santo sacerdote”. Por eso en la vida del seminarista se ha de realizar la respuesta a estas cuatro dimensiones de las que te diré unas palabras.



PRIMERA: La dimensión humana


¿ESTOY DISPUESTO A TRABAJAR PARA SER UN HOMBRE ÍNTEGRO?

El seminarista deberá tener como meta humana de su preparación el lograr una personalidad bien definida, que comienza desde el conocimiento de su identidad varonil. Este es un requisito indispensable para aspirar al sacerdocio y para saber situarte en medio de un mundo que hoy aparece fácil y escurridizo.
Para lograr lo anterior se presentan los siguientes retos: comprender lo que es la libertad y la responsabilidad, valorar la madurez humano-afectiva, cuidar la salud física y mental, fomentar el espíritu de servicio y el trabajo en equipo.
Todo esto es fundamental para el trabajo en las otras dimensiones de tu formación. Sobre todo es importante estar dispuesto a dejarte conducir por el Espíritu Santo que se vale de sus mediaciones de servicio en el Seminario.



SEGUNDA: la dimensión espiritual


¿ESTOY DISPUESTO A LOGRAR SER UN HOMBRE DE DIOS?

Esta pregunta es fundamental en un candidato al Presbiterado y la respuesta a ella puede ser “si”, “no”, o “ni se me había ocurrido”.
Si la respuesta es “no”, no sigas en este camino. Si es “si”, debes aprender a ser en verdad un “hombre de Dios” e ir progresando en ello más que en las materias que estudiarás. Si “no se te había ocurrido”, examínate seriamente y llegarás a un “si” o a un “no”. Si llegas a un “no”, no sigas, pues este no es tu camino. Si llegas a un “si”, desde el principio deberás esforzarte todos los días por irte formando como un hombre de Dios, es decir SANTO.
Para eso hay mucha literatura y una persona dispuesta expresamente para orientarte: “El Director Espiritual”.
Desde el principio deberás hacer el propósito de tener tu Director Espiritual que seguramente te irá ayudando a formarte como hombre coherente. Deberás tenerle gran confianza y abrirle tu corazón, manifestándole con gran sinceridad tus buenos deseos y los obstáculos que se te presenten. Si no eres sincero con tu Director Espiritual seguramente estarás poniendo una traba a tu formación como “hombre de Dios”.
De acuerdo con tu Director Espiritual deberás ir teniendo unos “rituales de vida” (normas que te establezcas libre y seriamente), que te ayudarán a sostenerte sereno y tranquilo tanto en los momentos alegres como en los de oscuridad. Los rituales serán de: tu vida física, tu vida psíquica, tu vida moral y sobre todo, tu vida espiritual. Tenlos y se fiel a ellos.
Deberás ir aprendiendo a rezar en equipo ¿tienes alguna experiencia seria de esto? ¿Con que resultados? ¿Has sido constante? ¿Eso te ha ayudado a ser piadoso en serio?
Si no sabes rezar en equipo, quizá se te dificultará trabajar en equipo, y si así llegas al sacerdocio fácilmente serás un hombre solo y triste.
Ten claro que si no eres un hombre piadoso, es decir, si no estás enamorado del Señor Jesús, pero en verdad enamorado, no podrás ser una persona santa, y por lo tanto no serás un buen sacerdote. Ten siempre como norma de tu vida NO FALLARLE NUNCA AL SEÑOR JESÚS a quien debes amar de todo corazón.
Para medirte cómo quieres a Jesús, puedes pensar en aquel verso de Pemán:
“Porque querer es esto: querer es decidirse, es tomar una de las cosas bellas, es llenarse de la luna y renunciar a todas las estrellas”
Ten claro que lo principal en el Seminario es formarte para ser un hombre que siempre tenga como meta SER SANTO. Esa debe ser tu primera y principal tarea como seminarista.



TERCERA: La dimensión académica.


¿QUIERO ENTREGARME AL ESTUDIO PARA REALIZARME EN EL MINISTERIO SACERDOTAL?

Aunque la respuesta parece fácil, sería bueno desde el principio saber qué clase de sacerdote deseas ser y qué es lo que quiere la Iglesia para quien descubre que Dios lo llama.
Para esto has de tener clara la enseñanza de la parábola de los talentos (Cfr. Mt. 25, 14 – 30 Lc. 19, 11 – 27). A todos el Señor ha dado una serie de aptitudes y capacidades. Hay que saber fomentarlas y aprovecharlas desde que se ingresa al Seminario.
No dejes pasar ni un día sin aprender algo nuevo. Recuerda que “memoria minuitur nisi excolatur” (la memoria se disminuye si no se cultiva). Si te cultivas tu vida será la de un hombre feliz, y tú serás alguien que está al día en las ciencias sacerdotales, contento con lo que eres y lo que haces.
Deberás hacer tu plan de estudios, en ello podrá auxiliarte el Asesor de Estudios, proponiéndote objetivos y metas claras, que pueden ser evaluadas por ti con él.
Sobre todo trata de hacer vida lo que vas aprendiendo y aprende a compartir con tus compañeros. Así te prepararás para compartir con las personas a las que tendrás que entregarte en el futuro ministerio.
Aprovecha los tiempos de estudio, hazlo por convicción, no pierdas tu tiempo y no lo hagas perder a los demás. Debes aprender un método de estudio y seguirlo fielmente para tener resultados.
Si no te haces el hábito de ser estudioso serás en el futuro un sacerdote ignorante. Sé consciente desde ahora de que debes utilizar bien el tiempo.
Aprende a investigar y ama el hacerlo, no te contentes con solo saber lo que se te explica en las clases, aprovecha el uso de la Biblioteca y sírvete correctamente de los medios electrónicos. Así pondrás la base para ser un sacerdote instruido y no uno que se quedó atrás y no está al día en los conocimientos que se requieren.



CUARTA: La dimensión pastoral.


¿QUÉ ACCIONES DEBO REALIZAR?

Al llegar al Seminario uno desea hacer algún apostolado y se “tira al ruedo” casi sin ninguna preparación. En esto sé paciente.
Después de tener claros tus objetivos de la formación humana, de la vida espiritual y de la dimensión académica, hay que tratar de vivir y aprender a comunicar lo que vas logrando hacer tuyo y que ya lo has asimilado.
Lo primero que tienes que hacer siempre es tratar de dar buen ejemplo, para lo cual debes saber aún cómo presentarte: ser una persona decente, aseada, cortés en tus expresiones y tu trato.
Durante tu vida de Seminario te irás dando cuenta si vas progresando en tus actitudes.
No debes olvidar el tratar a tus familiares con respeto y gratitud. No te avergonzarás de ellos aunque sean gente sencilla, pues “Una gente buena y sencilla vale más que todo el oro del mundo”.
El Seminarista debe ser alguien que desea aprender, esto te capacitará para ayudar a los demás a ser santos y como “nemo dat quod non habet” (nadie da lo que no tiene), desde el comienzo de tu vida en el Seminario deberás aprender a “ser santo” y a “no fallarle al Señor”. Éstas son dos actitudes fundamentales en el seminarista, y con esa mirada deberás hacer todos los estudios y demás actividades que te formarán como “Hombre de Dios”.
Ya que en el futuro deberás ser una persona que se sabe comportar bien, has de aprender a ser cuidadoso, puntual y cumplido en tus obligaciones, y sobre todo, has de asumir tus tareas con espíritu sobrenatural.



CONCLUSIÓN


Si en el Seminario logras portarte como una persona que vaya respondiendo las preguntas anteriores, habrás puesto la base para ser un Santo Sacerdote de lo que no te arrepentirás en el futuro, y tendrás un ministerio que te llevará a aprovechar tu vida que es única e irrepetible y de la que, tarde o temprano, deberás dar cuenta a Dios.
Nota final: Recuerda que un apoyo grande para tu vida seminarística lo tendrás siempre en tus formadores y maestros que han sido puestos por Dios, valiéndose de sus mediaciones, para ayudarte a poner las bases a fin de que llegues a ser un hombre santo. Acude a ellos con confianza, ya que tienen la obligación de ayudarte amándote en Cristo y como Cristo te ama. También tu familia y tus compañeros son agentes de tu formación y, de modo especial, el Espíritu Santo que es quien impulsa y alienta a todos en la Iglesia.
Termino: A un campesino del pueblo de Ars, en Francia, le preguntaron lo que pensaba de su párroco (el santo Cura Juan María Vianney) y respondió con sencillez: “He visto a Dios en un hombre”. Eso es lo que quieren ver los fieles en el sacerdote. ¿Estás dispuesto a eso?
¡Ánimo!
Tu amigo: Arturo A. Szymanski R.
“Los fieles esperan de los sacerdotes solamente una cosa: que sean especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios. Al sacerdote no se le pide que sea experto en economía, en ingeniería o en política, de él se espera que sea experto en la vida espiritual. Ante las tentaciones del relativismo o del permisivismo, no es necesario que el sacerdote conozca todas las corrientes actuales del pensamiento, que van cambiando; lo que los fieles esperan de él es que sea testigo de la sabiduría eterna, contenida en la palabra revelada”.
(Benedicto XVI, mayo 2006).
Es verdad, la misión fundamental del sacerdote consiste en llevar a los hombres a Dios. Él nos sigue mirando con amor y debemos confiar en esta mirada.
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