DE EJERCICIOS





ESTAMOS EN VERANO, Y COMO MUCHOS SABEIS Y BASTANTES DE VOSOTROS HACEIS, ES TIEMPO DE RETIRO O DE EJERCICIOS ESPIRITUALES DICTADOS POR LA MADRE A S. IGNACIO EN LA CUEVA DE MANRESA.

Manresa, cerca de Barcelona, España es un pueblo famoso por una cueva... en aquella pobreza la oración de un santo se hizo fecunda y los Ejercicios Espirituales que allí escribió revolucionaron ell mundo dándole a la Iglesia muchos santos... y todavía tienen el poder de hacer santos.

Los santos no se conforman con una experiencia de conversión. Ese momento solo les abre el apetito del alma por adentrarse en el amor Divino. San Ignacio, una vez convertido durante su convalecencia en Loyola, hace planes para irse a Tierra Santa para imitar mas de cerca a Jesucristo. Pensaba embarcarse desde Barcelona, pero al encontrar la ciudad cerrada por miedo a la peste, tiene que asentarse en la villa de Manresa, distante unos kilómetros. En manresa encuentra una cueva y la hace su hogar de oración y penitencia.

A la cueva se retiraba San Ignacio de Loyola durante sus momentos de penitencia, reflexión, y contemplación. Fue precisamente en esta cueva que escribió el texto fundamental de los Ejercicios Espirituales.
Dejémonos llevar por el encanto de este lugar, por su silencio, que hacen presente a Dios en el mismo camino que San Ignacio de Loyola recorrió y dirijámosle nuestra oración confiada, como la de él, y que nos ponga en manos del Padre, que vela por todos nosotros. Acerquémonos a la vida y a la obra de San Ignacio de Loyola, a través de Manresa, para que nos ayude a conocer mas a este hombre, su espiritualidad y su caminar por la vida y por la historia de la humanidad, al servicio de los otros, en el seguimiento a Jesús que lo llevaron paso a paso hacia su santidad.
Dios era el centro del corazón de San Ignacio de Loyola. Todo su esfuerzo era ponerse a disposición de Él para que lo trabajase a fondo. A su manera se esforzaba en ser buena arcilla en manos del alfarero. En Manresa, para librarse de todo lo que le alejaba de Dios, empezó a dejarse llevar por la contraria. Había sido un joven presumido. Ahora se dejaba crecer los cabellos de cualquier manera y no se cortaba las uñas. Siempre había procurado ganar honra ante los hombres, ahora sólo le llena procurar la gloria de Dios. Se pone todo él en manos de Dios.
Para tener la espiritualidad Ignaciana hay que dejarse conducir por el Espíritu de Cristo, como lo hizo San Ignacio de Loyola. Ignacio practicó el discernimiento toda su vida. En los Ejercicios Espirituales nos dejó el resultado de su experiencia de seguir la voz del Espíritu y ayuda a los otros en esta tarea. El deseo de Dios de conocer más a Dios, de sentirlo, de experimentarlo, suele bullir en el corazón de los auténticos creyentes y, concretamente, en el corazón de los cristianos que desean ser fieles a Cristo. La enseñanza ignaciana lleva a encontrar a Dios en medio del mundo, en nuestra sociedad, entre los hombres, en el trabajo, en la familia, en la lucha. Habiéndonos encontrado con un Dios que nos hace volver la mirada hacia los hombres y nos envía a ayudarlos, podemos encontrar a este Dios en cualquier lugar o situación donde nos haya enviado. Allí no solo encontramos a Dios, sino que colaboramos con Él para su mayor gloria.

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