El drama del SIDA



El drama del SIDA afecta hoy especialmente al África subsahariana. La Conferencia Internacional de Lusaka (Zambia, septiembre de 1999) puso en evidencia cómo se ha agravado la situación en los últimos años (1). El 70% de las personas seropositivas del mundo, es decir, 23,3 millones, vive en África subsahariana, región que tan solo cuenta con el 10% de la población mundial. La mayor parte de estos enfermos morirá en los próximos diez años. (...) Desde que comenzó la epidemia, en África han muerto ya 11,5 millones de personas, el 83% de los muertos por SIDA en el mundo. En 1998 murieron 2,2 millones por SIDA, frente a 0,2 millones a causa de las distintas guerras (2).

(...) Los muertos por SIDA formaban parte del segmento joven de población, es decir, el que tenía instrucción, formación profesional y enseñaba en las escuelas (3). Ese segmento era la esperanza de los grandes países pobres africanos. Muchas de estas personas eran madres jóvenes con niños pequeños, de lo que se deriva otro gran problema: los huérfanos del SIDA. El 95% de los huérfanos del SIDA son africanos (4). (...) En 1999, el número de niños menores de 14 años que han sido infectados de SIDA asciende a 570.000, el 90% de los cuales han nacido de madres seropositivas.
Estos datos ilustran la realidad de una tragedia: la epidemia del SIDA está devastando África y amenaza el futuro mismo del continente. El Consejo de Seguridad de la ONU se reunió el 10 de enero de 1999 para estudiar específicamente este tema, y concluyó que se trataba del factor más grave de desestabilización económica y política del continente (5). En palabras de Al Gore, se trata de una verdadera "crisis de seguridad" (6). (...)

En primera línea
La Iglesia católica no ha permanecido indiferente ante la situación. Al contrario, desde el inicio de la epidemia, la Iglesia ha estado presente con sus hospitales y centros de cuidados específicos, con las parroquias, el servicio de los religiosos y las religiosas, las organizaciones locales de ayuda a los enfermos, etc. La Iglesia en África ha estado en la primera línea de la lucha contra el SIDA.

Los miembros del Pontificio Consejo para la Familia, en colaboración con las distintas conferencias episcopales, hemos organizado numerosas reuniones con los médicos y las enfermeras comprometidos en esta lucha, para estudiar el tema y proponer soluciones. La mayor parte de estos encuentros han sido en los países afectados, donde hemos visto una labor constante, eficaz y discreta. Es preciso reconocer, sobre todo, la admirable dedicación y la singular generosidad de tantas personas que atienden a los enfermos en sus casas. Labor que hemos podido constatar en Uganda, Kenia, Tanzania, Ghana, Costa de Marfil, Benin, República Centroafricana y Burkina-Faso, y que consiste en apoyo humano, ayuda médica y, con frecuencia, alimentaria.

Para comprender la realidad del SIDA en estos países se debería acompañar a los voluntarios en su ronda de visitas y ver las situaciones ante las que se enfrentan. (...) Se debería valorar la labor de las religiosas que han acogido niños huérfanos del SIDA, les han dado techo, alimento, educación, etc. Se debería considerar que han tenido que pedir dinero a diestra y siniestra, pues en la mayoría de los casos se han encontrado con muy poca ayuda pública y un nivel de apoyo de las organizaciones internacionales más bien bajo. Es preciso valorar también el trabajo de otras personas, laicos y laicas, que han venido de diversos continentes para dar esperanza y dignificar la vida de tantas mujeres contagiadas y rechazadas por todos como "inmundas".

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