Se necesitan... Santos Sacerdotes





PRESENTACIÓN


Este Ideario que tienes en tus manos creo puede ser considerado como una manifestación del cariño de quien lo escribe (Mons. Arturo A. Szymanski Ramírez), hacia los llamados por el Señor a ser guías de su Pueblo Santo en nuestra Nación. Tómenlo ellos como un apoyo dado por un pastor experimentado que, a sus sesenta años de ordenación presbiteral (22 de marzo de 2007), en pocas líneas plasma el sentir de su corazón para quienes como él han sido escogidos por el Señor para su servicio ministerial.

INTRODUCCIÓN

La formación sacerdotal que se ofrece en los seminarios va encaminada a preparar a los jóvenes que, descubriendo el llamado de Dios, desean responder a Él para llegar a ser un día “pastores” de su pueblo. La Sagrada Escritura afirma que el sacerdote es “un hombre tomado de entre los hombres y constituido a favor de los hombres” (Hbr 1,5). Por lo cual quien es “tomado de entre los hombres” para este fin, necesita prepararse en todas las dimensiones, de modo que alcance una formación “integral” (es decir “completa” ) y así pueda llegar en el futuro, a ser capaz de estar al frente de una comunidad como pastor.

Querido joven, al ofrecerte estas breves líneas que quieren ser un “Ideario de santidad para el seminarista”, espero y deseo te ayuden como un sencillo medio en tu camino, para lograr lo que tú quieres: ser un “buen pastor”.

+ José Luís Amezcua Melgoza

Obispo de Colima
Responsable de la Dimensión “Seminarios” en la
Comisión Episcopal para Vocaciones y Ministerios.

+ José Trinidad González Rodríguez

Obispo Auxiliar de Guadalajara
Presidente de la Comisión Diocesana de Causas de Canonización, en Guadalajara


¿QUIÉN SOY Y QUÉ QUIERO?

Soy consciente de ser una criatura limitada que desea entregarse a Dios para amarlo sobre todas las cosas siendo su ministro.

Debo tener claro que el que ingresa al Seminario entra a una vida muy especial que no es como la que llevaba antes.

Como la vida del seminarista va a cambiar éste debe lograr, en primer lugar, conocer si es capaz de ir adquiriendo todas las cualidades requeridas para “ser Sacerdote”.

Tú, has de tener claro si Dios te llama al ministerio presbiteral o únicamente a ser un buen cristiano. No hay un “tertium quid” (otra tercera opción). Eso quizá llevará tiempo y necesitará consejo y oración profunda.

Desde tu ingreso al Seminario deberás tratar de llevar una vida ordenada. Por eso el Reglamento del Seminario deberá asumirse no como una obligación que “hay que cumplir para que no me corran” sino como el comienzo de una vida ascética, que podrá llevarte en el futuro a ser un hombre ordenado y cumplidor de sus obligaciones seas presbítero o no. Así desde el comienzo deberás estar persuadido de que lo que se manda o prescribe es para lograr un objetivo superior que, a veces, al principio no se alcanza a valorar.

El que tiene claro que Dios le llama a ser “sacerdote ministerial”, debe saber que principia para él una vida de formación permanente que no terminará hasta su muerte.

Es muy importante saber claramente en qué consisten las virtudes sacerdotales, sobre todo la “sobriedad de vida” y el “santo celibato”, que siendo un don de Dios debes pedirlo con humildad. Para esto te deberás preparar desde que pones tus pies en la puerta del Seminario.

¿YO COMO SEMINARISTA EN QUÉ ME DEBO PREPARAR?

Tu tarea desde hoy es prepararte en cuatro dimensiones que son indispensables para lograr la integridad de la formación: la dimensión humana y la espiritual, la académica y la pastoral.

Este debe ser el orden lógico de tus prioridades y, si no lo guardas, difícilmente lograrás el objetivo: “Ser un santo sacerdote”. Por eso en la vida del seminarista se ha de realizar la respuesta a estas cuatro dimensiones de las que te diré unas palabras.

PRIMERA: La dimensión humana

¿ESTOY DISPUESTO A TRABAJAR PARA SER UN HOMBRE ÍNTEGRO?

El seminarista deberá tener como meta humana de su preparación el lograr una personalidad bien definida, que comienza desde el conocimiento de su identidad varonil. Este es un requisito indispensable para aspirar al sacerdocio y para saber situarte en medio de un mundo que hoy aparece fácil y escurridizo.

Para lograr lo anterior se presentan los siguientes retos: comprender lo que es la libertad y la responsabilidad, valorar la madurez humano-afectiva, cuidar la salud física y mental, fomentar el espíritu de servicio y el trabajo en equipo.

Todo esto es fundamental para el trabajo en las otras dimensiones de tu formación. Sobre todo es importante estar dispuesto a dejarte conducir por el Espíritu Santo que se vale de sus mediaciones de servicio en el Seminario.

SEGUNDA: la dimensión espiritual

¿ESTOY DISPUESTO A LOGRAR SER UN HOMBRE DE DIOS?

Esta pregunta es fundamental en un candidato al Presbiterado y la respuesta a ella puede ser “si”, “no”, o “ni se me había ocurrido”.

Si la respuesta es “no”, no sigas en este camino. Si es “si”, debes aprender a ser en verdad un “hombre de Dios” e ir progresando en ello más que en las materias que estudiarás. Si “no se te había ocurrido”, examínate seriamente y llegarás a un “si” o a un “no”. Si llegas a un “no”, no sigas, pues este no es tu camino. Si llegas a un “si”, desde el principio deberás esforzarte todos los días por irte formando como un hombre de Dios, es decir SANTO.

Para eso hay mucha literatura y una persona dispuesta expresamente para orientarte: “El Director Espiritual”.

Desde el principio deberás hacer el propósito de tener tu Director Espiritual que seguramente te irá ayudando a formarte como hombre coherente. Deberás tenerle gran confianza y abrirle tu corazón, manifestándole con gran sinceridad tus buenos deseos y los obstáculos que se te presenten. Si no eres sincero con tu Director Espiritual seguramente estarás poniendo una traba a tu formación como “hombre de Dios”.

De acuerdo con tu Director Espiritual deberás ir teniendo unos “rituales de vida” (normas que te establezcas libre y seriamente), que te ayudarán a sostenerte sereno y tranquilo tanto en los momentos alegres como en los de oscuridad. Los rituales serán de: tu vida física, tu vida psíquica, tu vida moral y sobre todo, tu vida espiritual. Tenlos y se fiel a ellos.

Deberás ir aprendiendo a rezar en equipo ¿tienes alguna experiencia seria de esto? ¿Con que resultados? ¿Has sido constante? ¿Eso te ha ayudado a ser piadoso en serio?

Si no sabes rezar en equipo, quizá se te dificultará trabajar en equipo, y si así llegas al sacerdocio fácilmente serás un hombre solo y triste.

Ten claro que si no eres un hombre piadoso, es decir, si no estás enamorado del Señor Jesús, pero en verdad enamorado, no podrás ser una persona santa, y por lo tanto no serás un buen sacerdote. Ten siempre como norma de tu vida NO FALLARLE NUNCA AL SEÑOR JESÚS a quien debes amar de todo corazón.

Para medirte cómo quieres a Jesús, puedes pensar en aquel verso de Pemán:


“Porque querer es esto:
querer es decidirse,
es tomar una de las cosas bellas,
es llenarse de la luna
y renunciar a todas las estrellas”

Ten claro que lo principal en el Seminario es formarte para ser un hombre que siempre tenga como meta SER SANTO. Esa debe ser tu primera y principal tarea como seminarista.

TERCERA: La dimensión académica.

¿QUIERO ENTREGARME AL ESTUDIO PARA REALIZARME EN EL MINISTERIO SACERDOTAL?

Aunque la respuesta parece fácil, sería bueno desde el principio saber qué clase de sacerdote deseas ser y qué es lo que quiere la Iglesia para quien descubre que Dios lo llama.

Para esto has de tener clara la enseñanza de la parábola de los talentos (Cfr. Mt. 25, 14 – 30 Lc. 19, 11 – 27). A todos el Señor ha dado una serie de aptitudes y capacidades. Hay que saber fomentarlas y aprovecharlas desde que se ingresa al Seminario.

No dejes pasar ni un día sin aprender algo nuevo. Recuerda que “memoria minuitur nisi excolatur” (la memoria se disminuye si no se cultiva). Si te cultivas tu vida será la de un hombre feliz, y tú serás alguien que está al día en las ciencias sacerdotales, contento con lo que eres y lo que haces.

Deberás hacer tu plan de estudios, en ello podrá auxiliarte el Asesor de Estudios, proponiéndote objetivos y metas claras, que pueden ser evaluadas por ti con él.

Sobre todo trata de hacer vida lo que vas aprendiendo y aprende a compartir con tus compañeros. Así te prepararás para compartir con las personas a las que tendrás que entregarte en el futuro ministerio.

Aprovecha los tiempos de estudio, hazlo por convicción, no pierdas tu tiempo y no lo hagas perder a los demás. Debes aprender un método de estudio y seguirlo fielmente para tener resultados.

Si no te haces el hábito de ser estudioso serás en el futuro un sacerdote ignorante. Sé consciente desde ahora de que debes utilizar bien el tiempo.

Aprende a investigar y ama el hacerlo, no te contentes con solo saber lo que se te explica en las clases, aprovecha el uso de la Biblioteca y sírvete correctamente de los medios electrónicos. Así pondrás la base para ser un sacerdote instruido y no uno que se quedó atrás y no está al día en los conocimientos que se requieren.

CUARTA: La dimensión pastoral.

¿QUÉ ACCIONES DEBO REALIZAR?

Al llegar al Seminario uno desea hacer algún apostolado y se “tira al ruedo” casi sin ninguna preparación. En esto sé paciente.

Después de tener claros tus objetivos de la formación humana, de la vida espiritual y de la dimensión académica, hay que tratar de vivir y aprender a comunicar lo que vas logrando hacer tuyo y que ya lo has asimilado.

Lo primero que tienes que hacer siempre es tratar de dar buen ejemplo, para lo cual debes saber aún cómo presentarte: ser una persona decente, aseada, cortés en tus expresiones y tu trato.

Durante tu vida de Seminario te irás dando cuenta si vas progresando en tus actitudes.

No debes olvidar el tratar a tus familiares con respeto y gratitud. No te avergonzarás de ellos aunque sean gente sencilla, pues “Una gente buena y sencilla vale más que todo el oro del mundo”.

El Seminarista debe ser alguien que desea aprender, esto te capacitará para ayudar a los demás a ser santos y como “nemo dat quod non habet” (nadie da lo que no tiene), desde el comienzo de tu vida en el Seminario deberás aprender a “ser santo” y a “no fallarle al Señor”. Éstas son dos actitudes fundamentales en el seminarista, y con esa mirada deberás hacer todos los estudios y demás actividades que te formarán como “Hombre de Dios”.

Ya que en el futuro deberás ser una persona que se sabe comportar bien, has de aprender a ser cuidadoso, puntual y cumplido en tus obligaciones, y sobre todo, has de asumir tus tareas con espíritu sobrenatural.

CONCLUSIÓN

Si en el Seminario logras portarte como una persona que vaya respondiendo las preguntas anteriores, habrás puesto la base para ser un Santo Sacerdote de lo que no te arrepentirás en el futuro, y tendrás un ministerio que te llevará a aprovechar tu vida que es única e irrepetible y de la que, tarde o temprano, deberás dar cuenta a Dios.

Nota final: Recuerda que un apoyo grande para tu vida seminarística lo tendrás siempre en tus formadores y maestros que han sido puestos por Dios, valiéndose de sus mediaciones, para ayudarte a poner las bases a fin de que llegues a ser un hombre santo. Acude a ellos con confianza, ya que tienen la obligación de ayudarte amándote en Cristo y como Cristo te ama. También tu familia y tus compañeros son agentes de tu formación y, de modo especial, el Espíritu Santo que es quien impulsa y alienta a todos en la Iglesia.

Termino: A un campesino del pueblo de Ars, en Francia, le preguntaron lo que pensaba de su párroco (el santo Cura Juan María Vianney) y respondió con sencillez: “He visto a Dios en un hombre”. Eso es lo que quieren ver los fieles en el sacerdote. ¿Estás dispuesto a eso?

¡Ánimo!

Tu amigo: Arturo A. Szymanski R.

“Los fieles esperan de los sacerdotes solamente una cosa: que sean especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios. Al sacerdote no se le pide que sea experto en economía, en ingeniería o en política, de él se espera que sea experto en la vida espiritual. Ante las tentaciones del relativismo o del permisivismo, no es necesario que el sacerdote conozca todas las corrientes actuales del pensamiento, que van cambiando; lo que los fieles esperan de él es que sea testigo de la sabiduría eterna, contenida en la palabra revelada”.

(Benedicto XVI, mayo 2006).

Es verdad, la misión fundamental del sacerdote consiste en llevar a los hombres a Dios. Él nos sigue mirando con amor y debemos confiar en esta mirada.
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