Detente milagroso

El pasado 7 de marzo, el caballero legionario Iván Castro Canovaca, jiennense de 23 años y futuro padre de una niña, recibió un balazo durante un combate en Afganistán. La orden de 14 de marzo de la Brigada de Infantería Ligera Rey Alfonso XIII, II de la Legión, da cuenta de la acción y resalta y detalla el excelente comportamiento militar de todos los legionarios que participaron en él, destacando en particular el teniente Ramón Prieto Gordillo, el sargento José Moreno Ramos, los cabos primeros José Manuel Gómez Santana y José Miguel Gómez Ortega, el cabo Fernando Carrasco Ibriani y el caballero legionario Iván Castro Canovaca.

De este último, fusilero del tercer pelotón, dice la orden que, "herido en los primeros segundos del combate, mantiene la calma y pide a su Jefe de Pelotón que le deje solo y acuda a su puesto nuevamente. Cuando su Jefe de Sección le decía que estuviera tranquilo que se iría a España a ver nacer a su hija, respondió que eso no le importaba, que lo que quería era seguir allí, en su puesto. No perdió en ningún momento la compostura, evitando ser un problema más en aquella situación".

Castro Canovaca había recibido un impacto de bala enemigo que le había atravesado los dos pulmones, pasándole a milímetros del corazón, la aorta, la tráquea y el esófago. La trayectoria recorrida y las lesiones causadas eran tan complejas que no se le pudo extraer el proyectil hasta pasados varios días. Actualmente se recupera en el Hospital Gómez Ulla de Madrid y está fuera de peligro, pero según ha podido saber ReL, la opinión de los médicos de cirugía torácica que le atendieron es que su caso es "único" y "lo normal es que hubiera fallecido en los diez primeros minutos".

El Detente salvador
Pero además de sus armas y pertrechos, uno de los objetos con los que partió hace semanas camino de Afganistán este caballero legionario (como otros miembros de la VIII Bandera del Tercio Don Juan de Austria, III de la Legión, que así lo desearon) fue un Detente Bala que les obsequiaron, a quienes quisiesen llevarlo, la Hermandad del Cristo del Perdón de Elche y sus paisanos del Círculo de Amigos de las Fuerzas Armadas de Jaén.


El Detente que lleva la VIII Bandera de la Legión.
Como publica la revista Armas y Cuerpos, de la Academia General Militar, en su número de febrero, el teniente coronel Carlos María Salgado Romero, jefe de dicha bandera, ha decidido recuperar la vieja tradición del Detente Bala, de uso habitual entre los militares españoles desde hace siglos como invocación protectora al Sagrado Corazón de Jesús.

Nació a raíz del florecer de esa devoción con Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), cuya plasmación fue el bordado de la imagen del Sagrado Corazón en pequeños emblemas para llevar cosido a la ropa o colgado del cuello o en un bolsillo, y con la leyenda Detente, el Corazón de Jesús está conmigo, dirigida al demonio y contra la tentación.

Pero, explica la revista, "unos cuantos relatos de soldados que lograron esquivar a la muerte, de esa forma casi milagrosa en que, a veces, suceden las cosas, le dieron tanto prestigio al emblema, que viajó con los militares españoles por todas las guerras que vinieron después en la Península y también en aquellas por las que perdimos nuestras últimas posesiones en ultramar".

Una vieja y querida tradición militar
El popular Detente, sin perder su connotación espiritual, se transformó para los soldados españoles también en un Detente Bala, un último recurso para que, si era voluntad de Dios, la muerte pasase de largo en medio del fuego enemigo.

El páter de la VIII Bandera dejó claro a los legionarios, al entregárselo bendecido, que no se trata de amuleto: "Seguro que os ayudará en los buenos y en los malos momentos, pero no lo cojáis como el que lleva un amuleto, esto no es una pata de conejo. Cogedlo como algo espiritual entre cada uno de vosotros y Dios".

Para Iván Castro, y para la hija que pronto verá nacer, el Detente sí fue un Detente Bala, el último escudo para un caballero legionario cuando, según reza su himno legendario, "más rudo era el fuego y la pelea más fiera".

Centenario de la muerte de Marcelino Menéndez y Pelayo


Católico y patriota
El 19 de mayo se cumplen cien años del fallecimiento de don Marcelino Menéndez y Pelayo, el polígrafo español por excelencia. Murió besando el crucifijo mientras rezaba el Padrenuestro, en la ciudad de Santander. Se consideraba no solamente montañés, sino también santanderino y callealtero.
De su catolicidad quiero señalar dos manifestaciones suyas: «Soy católico, no nuevo ni viejo, sino católico a machamartillo, como mis padres y abuelos, y como toda la España histórica, fértil en santos, héroes y sabios, bastante más que la moderna. Soy católico, apostólico, romano, sin mutilaciones ni subterfugios, sin hacer concesión a la impiedad ni a la heterodoxia» En otra declaración de catolicidad afirma: «Profeso íntegramente la doctrina católica, no sólo como absoluta verdad religiosa, sino como perfección y complemento de toda verdad en el orden social y como clave de la grandeza histórica de nuestra Patria».
Sobre nuestro glorioso destino histórico, extracto un discurso de Menéndez Pelayo: «Dios nos concedió la victoria, y apremió el esfuerzo perseverante, dándonos el destino más grande entre todos los destinos de la historia humana: el de completar el planeta, el de borrar los antiguos linderos del mundo. Un ramal de nuestra raza forzó el Cabo de las Tormentas, interrumpiendo el sueño secular de Adamastor, y reveló los secretos del sagrado Ganges, trayendo por despojos los aromas de Ceilán y las perlas que adornaban la cuna del Sol y el tálamo de la aurora. Y el otro ramal fue a prender en tierra intacta aún de caricias humanas, donde los ríos eran como mares y los montes veneros de plata, y en cuyo hemisferio brillaban estrellas nunca imaginadas por Ptolomeo ni por Hiparco».
Y termina el discurso con un canto a España: «España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, luz de Trento, espada de Roma, cuna de san Ignacio. Ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo».
Mucha razón tenía Menéndez y Pelayo cuando afirmaba que los españoles somos el único pueblo en el mundo que habla mal de su propia nación. ¿ No tendríamos que imitar en esto a franceses, ingleses y estadounidenses? También, por desgracia, acertaba don Marcelino cuando preguntaba: ¿No sobran motivos para afirmar que, si olvidamos la tradición, ha de llegar un día en que reneguemos hasta de nuestra lengua y de nuestra raza, y acabemos de convertirnos en un pueblo de babilónicos pedantes, sin vigor ni aliento para ninguna empresa generosa, maldiciendo siempre de nuestros padres y sin hacer nada de provecho jamás? La solución, en síntesis, que da Menéndez y Pelayo es el cultivo de la ciencia española.
Y quiero cerrar este artículo sobre Menéndez y Pelayo con la definición que, sobre su vida, hizo el también santanderino cardenal Herrera Oria: «Consagró su vida a su Patria; quiso poner a su Patria al servicio de Dios».
Un olvido de lesa ciencia
Parece que vivimos tiempos de depresiones, no sólo económicas, también psicosociales y culturales. La memoria se desinfla, se vuelve fatua y las conmemoraciones pasan al olvido de un sencillo apunte en la agenda personal, o a la esquina de un breve periodístico, o se convierten en fiesta de nostálgicos atrabiliarios. Incluso gobernando las derechas, un Ejecutivo para la economía y por tanto para la ética, la cultura se transforma en mero embellecimiento de una estética siempre tardía, que por no ser, no es ni clásica

Y en éstas, don Marcelino Menéndez y Pelayo se nos aparece, como si fuera el maestro de la conciencia hispánica y del pensamiento católico. Se manifiesta, nos interpela y nos obliga. ¿Qué queda de don Marcelino en este presente de la Historia? ¿Acaso ese virus postmoderno del complejo deconstructor de grandes hombres, de grandes historias, de grandes relatos, de sentido, al fin y al cabo, nos está afectando hasta tal punto que hemos perdido la memoria y, con ella, el verbo en activo de la esperanza? ¿También en la Iglesia, pueblo de la memoria e inteligencia de la fe, la caridad y la esperanza?
Cuando el inquieto afán de la búsqueda de la verdad que propone la Iglesia tiene que recurrir a una Carta pastoral escrita en 1956, por el entonces obispo de Santander, monseñor José Eguino y Trecu, quiere decir que algo pasa. Se cumplían cien años del nacimiento de don Marcelino.
El santo obispo don José recogía estas palabras sobre don Marcelino, ideas de don Rafael García de Castro, que fuera arzobispo de Granada, quien describía el sentido vital del joven polígrafo montañés de tal manera: «Nosotros hemos querido detenernos en algunos puntos de aquellas memorables oposiciones, porque así se comprende la importancia del rasgo de Menéndez Pelayo que puso la ciencia, al pisar el umbral mismo de su cátedra universitaria, a la sombra de la Cruz. Mas no por jactancia ni por pedantesca exhibición de una piedad farisaica y vocinglera, sino por convicción íntima, porque lo exigía así la sencillez y firmeza de un joven casi imberbe, que no se pagaba de adulaciones, pero tampoco se asustaba del respeto humano y llevaba en todas partes sentida y honda la fe que aprendió sobre las rodillas de su madre».
El 19 de mayo de 1912 fallecía en Santander un sabio; quisiera ahora escribir: el último hombre sabio de nuestra España. Ahora se cumplen cien años, y nuestra historia muda y hace silencio. ¿Saben los universitarios quién fue don Marcelino, su pasión por la verdad, su amor sincero por la fe? He aquí nuestro pecado, un pecado de lesa ciencia.
Permítaseme, como coda, recordar una anécdota. Acompañábamos habitualmente los monaguillos de la parroquia de San Francisco de Asís, de Santander, a nuestro venerado párroco, don Antonio de Cossío y Escalante, sacerdote santo y sabio, a su casa, después de la dominical Misa mayor. El trayecto discurría por delante de la vivienda que fuera de don Marcelino, y siempre, siempre, se hacía, a la altura de ese edificio, un silencio para rezar por el alma de quien, según el decir de nuestro párroco, debía de ser para nosotros ejemplo de vida intelectual y de amor por la fe y por España. Don Antonio, nieto de Amós de Escalante, sabía bien de don Marcelino por las anécdotas que le contaba su madre que, cuando era niña, interpretaba infantiles piezas de teatro clásico a quienes participaban en la tertulia literaria de su casa.
¿Quién siembra en las presentes generaciones la pasión por las pasiones que llenaron la vida de Menéndez y Pelayo, por esos amores que nuca se pierden y que pasan por encima de lo que el segundero de la Historia condena? Ya lo dijo Ángel Herrera Oria, que bebió de la obra de don Marcelino y que impregnó toda la suya con esa labia: su vida entera es sólida y de una pieza. «Católico a machamartillo, como sus padres»; españolísimo «de la única España que el mundo conoce»; «admirador de los pueblos que se reconstruyeron ahondando en su propia tradición», fustigó duramente a los españoles que desorientaban a la juventud «corriendo tras los vanos trampantojos de una falsa y postiza cultura, en vez de cultivar su propio espíritu». Porque «un pueblo joven puede improvisarlo todo menos su cultura intelectual. Un pueblo viejo no puede renunciar a la suya sin extinguir la parte más noble de su vida y caer en una segunda infancia próxima a la imbecilidad senil».

Virgen de la Estrada

 Nuestra Señora de la Estrada o del Camino (24 de mayo). Iglesia del Gesú, Roma.

Bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Strada, Estrada, o del Camino, cuya fiesta se celebra el 24 de mayo, se venera en un cuadro de la Virgen, que recibió culto desde el siglo V en una capilla situada al pie del Capitolio, en el límite de via dell´Aracoeli. La capilla era conocida con el nombre “degli Astalli”, posteriormente degli Altieri (por el nombre de la plaza a la que daba) y finalmente Madonna della Strada. Entre 1569 y 1575 debió de estar expuesta en la cercana iglesia de S. Marcos. En 1696 la capilla fue adornada con mármoles, frescos y tablas que representan escenas de la vida de la Virgen y se añadió una inscripción latina que recuerda a S. Ignacio y a S. Francisco de Borja celebrando la eucaristía ante la Virgen.

A esta imagen S. Ignacio y sus primeros compañeros profesaron gran devoción: S. Francisco Javier, apóstol de Oriente; el Beato Pedro Fabro, primer compañero de Ignacio, hombre bueno y misionero en Europa; S. Pedro Canisio, autor del catecismo y fundador de colegios en Alemania; S. Estanislao de Kostka, novicio enviado por Canisio a Roma, que fue recibido por S. Francisco de Borja, y S. Felipe Neri. Todos buscaban en María el consuelo y la intercesión de la Señora.

El recinto religioso se convirtió en la primera iglesia de la Compañía por concesión de Paulo III Farnese en 1540, después de ser aprobada la Compañía el 27 de septiembre de ese mismo año. Según Polanco, la iglesia era estrecha, húmeda, sin adornos y se encontraba en estado ruinoso, aunque siempre estaba repleta de fieles que acudían a escuchar la explicación de la doctrina, recibir el sacramento del perdón y la dirección espiritual gratuita, de acuerdo con las Constituciones de la Compañía. Esta afluencia aumentó la devoción a la Virgen. El mismo S. Ignacio intervino para adaptar la iglesia a las exigencias de la concurrencia de los fieles, aunque su deseo real era construir una mayor, tropezando con la oposición de las poderosas familias del vecindario, hasta que en 1568, el Cardenal Alessandro Farnese venció las dificultades y emprendió la construcción de la actual iglesia del Gesù, aunque para ello hubo que derribar la capilla. La imagen se preservó mediante el corte del muro sobre el que estaba pintada. Desconocemos si la actual colocación de la pintura hay que atribuirla a aquel período, aunque es más probable que se deba a las intervenciones de 1800. En 1575, con la apertura de la nueva iglesia del Gesù la imagen fue colocada en la capilla construida al lado del evangelio.

La imagen de la Virgen de la Strada es un fresco de excelente factura de la segunda mitad del S. XIII y primera mitad del S. XIV. Se trata de una representación iconográfica anónima de la Virgen, aunque los elementos compositivos la sitúan en la escuela romana medieval; de todos modos no se descarta la posibilidad de que pertenezca al círculo de Cavallini, teniendo en cuenta que Madre e Hijo hay que atribuirlos a distintos artistas. Ella aparece representada de medio busto, ataviada con un manto dorado revestido a modo de seda que la envuelve, siendo visibles las líneas doradas del Espíritu Santo. Con la mano izquierda sostiene al Niño, al tiempo que la mano derecha se encuentra abierta hacia los fieles. La mirada es frontal y el rostro sereno. La cabeza se halla coronada y circundada por el nimbo. En conjunto, podemos afirmar que estamos ante una imagen de María como Madre y mediadora de todas las gracias. El Niño aparece nimbado en forma de cruz. Su postura recuerda al Pantocrátor. Su mirada es igualmente frontal y, como su Madre, también presenta un rostro sereno. En su mano izquierda sostiene el Libro de la Vida, mientras que la derecha aparece en actitud de bendecir. A la izquierda de la Virgen quedan restos de la estrella dorada, siguiendo el canon de la época, junto con las tres estrellas colocadas, en las dos espaldas y una sobre la cabeza, que indicaban la fe en la virginidad de María.

La imagen fue coronada canónicamente en 1638 y esa fue la primera vez que se otorgó semejante honor a un cuadro. Dicho acto fue repetido en 1885. Ella es para la Compañía de Jesús la memoria de sus comienzos. Junto con las camarette en que S. Ignacio pasó sus últimos años y escribió las Constituciones, inmerso en la contemplación de la Trinidad, nos traslada a un tiempo lejano y sin embargo vibrante con el espíritu que anima a todo jesuita y a cuantos comparten su misión en comunión con la Compañía. En 1890 León XIII concedió la fiesta litúrgica de la Virgen de la Estrada con misa propia para el 24 de mayo. Y el 25 de septiembre de 1978 (AR XVII, 205) la Santa Sede otorga a toda la Compañía su misa y oficio litúrgico para el mismo día como memoria libre.

Recientemente la imagen ha sido restaurada y se encuentra tal y como la conoció Ignacio de Loyola A ella le pidió muchas veces la gracia de ser puesto con el Hijo, gracia que obtuvo como se le confirmó en la visión de la Storta al final del verano de 1537. Al sacar la imagen del nicho en el que se encontraba desde el año 1882, la pared del fondo apareció revestida de madera cruda sobre la que una mano incierta escribió con caracteres de diverso tamaño la memoria del último alojamiento de la imagen: “Esta imagen de María Ssma. de la Strada fue sacada de este nicho y llevada en procesión al altar mayor el 19 de noviembre de 1882 para festejar el tercer aniversario de su colocación en esta capilla. Comenzó un triduo el 22; la fiesta fue el 26 y se procesionó el domingo después de la Inmaculada, 8 de diciembre de 1882. La gran fiesta fue dirigida por el Hermano Bellonghi Domenico de la Compañía de Jesús; fue devuelta a este nicho el 9 de diciembre de 1882”.
Miguel Ángel Alcalde Arenzana, s.j.


Rosario

Hoy, es Sábado del mes de Mayo dedicado a la Virgen María que es nuestra Madre celestial  e intercesora ante su Hijo por Nosotros.Ella nos escucha atentamente y nos ayuda; Gracias Madre, porque aunque nos olvidemos de tí (no llegamos a olvidarte, sino con el mundanal ruido nos alejamos un poco), una madre siempre está ahí, esperándonos, a recibir un beso, una caricia, un gesto de Amor, una palabra.Si todavía no hemos ido a verte, Madre, en este mes;Te prometemos que antes de que terminen los días floridos te regalaremos una Romería con un gran ramo de rosas (sacrificios). ¡Feliz Domingo de la Rosa (Pentecostés)! Muchas gracias a  Mª. Del Rosario por su gran Fé en Dios y un gran Amor a María Santísima.
Promesas para quien reza el Rosario
"Los pecados obtienen el perdón;
las almas sedientas se sacian;
los que lloran encuentran la alegría;
los que son tentados, la tranquilidad;
los pobres son socorridos;
los religiosos, enfervorizados;
los ignorantes, instruidos;
los vivos vencen la vanidad;
y las almas del purgatorio encuentran alivio".

(San Luis María Grignion de Montfort)

Vivir con Dios alegremente

Entrevista a una persona sufriente pero gracias a su Fé en Dios  sale adelante cada día, dando gracias y alabándole con Alegría por su Vida. Y nosotros ... que abandonamos a la 1ª  sin confiar en Dios plenamente; Señor, a partir de hoy quiero seguir tus huellas en el camino sufriente y alegre para llegar a verte cara a cara en la morada celestial.

Fé en el cine

 

San Antonio de Padua (Italia, 2002)
 Duración: 100 min.
                                                                Dirección: Umberto Marino

Sinopsis: San Antonio de Padua es uno de los más populares santos del cristianismo, venerado en todos los confines de la tierra. Su santuario en Padua es el segundo más visitado, después de Lourdes, pero su vida aventurera nunca fue narrada.

Nacido en una familia noble portuguesa, Antonio desafió a su padre y se negó a participar en la guerra contra los musulmanes. San Antonio se convirtió al catolicismo en 1220, y abandonó su vida privilegiada, para convertirse en un monje humilde, un seguidor de San Francisco de Asís y un sirviente de la Iglesia, difundiendo la palabra de Dios en vez de tomar la espada.

La historia cuenta sus años de predicación y los milagros que siguieron, describiendo su misión en Marruecos, su vida en Italia y su encuentro con San Francisco de Asís. Desgastado por una larga enfermedad, San Antonio decidió retirarse cerca de la ciudad de Padua, donde hizo su último gran milagro. Tenía tan solo 36 años cuando murió, y casi inmediatamente - a las 11 meses de fallecido- fue declarado Santo por el Papa Gregorio IV.

EL SEMINARISTA

IDEARIO DE SANTIDAD DEL SEMINARISTA | Mons. Arturo A. Szymanski Ramírez




PRESENTACIÓN


Este Ideario que tienes en tus manos creo puede ser considerado como una manifestación del cariño de quien lo escribe (Mons. Arturo A. Szymanski Ramírez), hacia los llamados por el Señor a ser guías de su Pueblo Santo en nuestra Nación. Tómenlo ellos como un apoyo dado por un pastor experimentado que, a sus sesenta años de ordenación presbiteral (22 de marzo de 2007), en pocas líneas plasma el sentir de su corazón para quienes como él han sido escogidos por el Señor para su servicio ministerial.

INTRODUCCIÓN

La formación sacerdotal que se ofrece en los seminarios va encaminada a preparar a los jóvenes que, descubriendo el llamado de Dios, desean responder a Él para llegar a ser un día “pastores” de su pueblo. La Sagrada Escritura afirma que el sacerdote es “un hombre tomado de entre los hombres y constituido a favor de los hombres” (Hbr 1,5). Por lo cual quien es “tomado de entre los hombres” para este fin, necesita prepararse en todas las dimensiones, de modo que alcance una formación “integral” (es decir “completa” ) y así pueda llegar en el futuro, a ser capaz de estar al frente de una comunidad como pastor.
Querido joven, al ofrecerte estas breves líneas que quieren ser un “Ideario de santidad para el seminarista”, espero y deseo te ayuden como un sencillo medio en tu camino, para lograr lo que tú quieres: ser un “buen pastor”.
+ José Luís Amezcua Melgoza
Obispo de Colima
Responsable de la Dimensión “Seminarios” en la
Comisión Episcopal para Vocaciones y Ministerios.

+ José Trinidad González Rodríguez
Obispo Auxiliar de Guadalajara
Presidente de la Comisión Diocesana de Causas de Canonización, en Guadalajara

¿QUIÉN SOY Y QUÉ QUIERO?

Soy consciente de ser una criatura limitada que desea entregarse a Dios para amarlo sobre todas las cosas siendo su ministro.
Debo tener claro que el que ingresa al Seminario entra a una vida muy especial que no es como la que llevaba antes.
Como la vida del seminarista va a cambiar éste debe lograr, en primer lugar, conocer si es capaz de ir adquiriendo todas las cualidades requeridas para “ser Sacerdote”.
Tú, has de tener claro si Dios te llama al ministerio presbiteral o únicamente a ser un buen cristiano. No hay un “tertium quid” (otra tercera opción). Eso quizá llevará tiempo y necesitará consejo y oración profunda.
Desde tu ingreso al Seminario deberás tratar de llevar una vida ordenada. Por eso el Reglamento del Seminario deberá asumirse no como una obligación que “hay que cumplir para que no me corran” sino como el comienzo de una vida ascética, que podrá llevarte en el futuro a ser un hombre ordenado y cumplidor de sus obligaciones seas presbítero o no. Así desde el comienzo deberás estar persuadido de que lo que se manda o prescribe es para lograr un objetivo superior que, a veces, al principio no se alcanza a valorar.
El que tiene claro que Dios le llama a ser “sacerdote ministerial”, debe saber que principia para él una vida de formación permanente que no terminará hasta su muerte.
Es muy importante saber claramente en qué consisten las virtudes sacerdotales, sobre todo la “sobriedad de vida” y el “santo celibato”, que siendo un don de Dios debes pedirlo con humildad. Para esto te deberás preparar desde que pones tus pies en la puerta del Seminario.

¿YO COMO SEMINARISTA EN QUÉ ME DEBO PREPARAR?

Tu tarea desde hoy es prepararte en cuatro dimensiones que son indispensables para lograr la integridad de la formación: la dimensión humana y la espiritual, la académica y la pastoral.
Este debe ser el orden lógico de tus prioridades y, si no lo guardas, difícilmente lograrás el objetivo: “Ser un santo sacerdote”. Por eso en la vida del seminarista se ha de realizar la respuesta a estas cuatro dimensiones de las que te diré unas palabras.



PRIMERA: La dimensión humana


¿ESTOY DISPUESTO A TRABAJAR PARA SER UN HOMBRE ÍNTEGRO?

El seminarista deberá tener como meta humana de su preparación el lograr una personalidad bien definida, que comienza desde el conocimiento de su identidad varonil. Este es un requisito indispensable para aspirar al sacerdocio y para saber situarte en medio de un mundo que hoy aparece fácil y escurridizo.
Para lograr lo anterior se presentan los siguientes retos: comprender lo que es la libertad y la responsabilidad, valorar la madurez humano-afectiva, cuidar la salud física y mental, fomentar el espíritu de servicio y el trabajo en equipo.
Todo esto es fundamental para el trabajo en las otras dimensiones de tu formación. Sobre todo es importante estar dispuesto a dejarte conducir por el Espíritu Santo que se vale de sus mediaciones de servicio en el Seminario.



SEGUNDA: la dimensión espiritual


¿ESTOY DISPUESTO A LOGRAR SER UN HOMBRE DE DIOS?

Esta pregunta es fundamental en un candidato al Presbiterado y la respuesta a ella puede ser “si”, “no”, o “ni se me había ocurrido”.
Si la respuesta es “no”, no sigas en este camino. Si es “si”, debes aprender a ser en verdad un “hombre de Dios” e ir progresando en ello más que en las materias que estudiarás. Si “no se te había ocurrido”, examínate seriamente y llegarás a un “si” o a un “no”. Si llegas a un “no”, no sigas, pues este no es tu camino. Si llegas a un “si”, desde el principio deberás esforzarte todos los días por irte formando como un hombre de Dios, es decir SANTO.
Para eso hay mucha literatura y una persona dispuesta expresamente para orientarte: “El Director Espiritual”.
Desde el principio deberás hacer el propósito de tener tu Director Espiritual que seguramente te irá ayudando a formarte como hombre coherente. Deberás tenerle gran confianza y abrirle tu corazón, manifestándole con gran sinceridad tus buenos deseos y los obstáculos que se te presenten. Si no eres sincero con tu Director Espiritual seguramente estarás poniendo una traba a tu formación como “hombre de Dios”.
De acuerdo con tu Director Espiritual deberás ir teniendo unos “rituales de vida” (normas que te establezcas libre y seriamente), que te ayudarán a sostenerte sereno y tranquilo tanto en los momentos alegres como en los de oscuridad. Los rituales serán de: tu vida física, tu vida psíquica, tu vida moral y sobre todo, tu vida espiritual. Tenlos y se fiel a ellos.
Deberás ir aprendiendo a rezar en equipo ¿tienes alguna experiencia seria de esto? ¿Con que resultados? ¿Has sido constante? ¿Eso te ha ayudado a ser piadoso en serio?
Si no sabes rezar en equipo, quizá se te dificultará trabajar en equipo, y si así llegas al sacerdocio fácilmente serás un hombre solo y triste.
Ten claro que si no eres un hombre piadoso, es decir, si no estás enamorado del Señor Jesús, pero en verdad enamorado, no podrás ser una persona santa, y por lo tanto no serás un buen sacerdote. Ten siempre como norma de tu vida NO FALLARLE NUNCA AL SEÑOR JESÚS a quien debes amar de todo corazón.
Para medirte cómo quieres a Jesús, puedes pensar en aquel verso de Pemán:
“Porque querer es esto: querer es decidirse, es tomar una de las cosas bellas, es llenarse de la luna y renunciar a todas las estrellas”
Ten claro que lo principal en el Seminario es formarte para ser un hombre que siempre tenga como meta SER SANTO. Esa debe ser tu primera y principal tarea como seminarista.



TERCERA: La dimensión académica.


¿QUIERO ENTREGARME AL ESTUDIO PARA REALIZARME EN EL MINISTERIO SACERDOTAL?

Aunque la respuesta parece fácil, sería bueno desde el principio saber qué clase de sacerdote deseas ser y qué es lo que quiere la Iglesia para quien descubre que Dios lo llama.
Para esto has de tener clara la enseñanza de la parábola de los talentos (Cfr. Mt. 25, 14 – 30 Lc. 19, 11 – 27). A todos el Señor ha dado una serie de aptitudes y capacidades. Hay que saber fomentarlas y aprovecharlas desde que se ingresa al Seminario.
No dejes pasar ni un día sin aprender algo nuevo. Recuerda que “memoria minuitur nisi excolatur” (la memoria se disminuye si no se cultiva). Si te cultivas tu vida será la de un hombre feliz, y tú serás alguien que está al día en las ciencias sacerdotales, contento con lo que eres y lo que haces.
Deberás hacer tu plan de estudios, en ello podrá auxiliarte el Asesor de Estudios, proponiéndote objetivos y metas claras, que pueden ser evaluadas por ti con él.
Sobre todo trata de hacer vida lo que vas aprendiendo y aprende a compartir con tus compañeros. Así te prepararás para compartir con las personas a las que tendrás que entregarte en el futuro ministerio.
Aprovecha los tiempos de estudio, hazlo por convicción, no pierdas tu tiempo y no lo hagas perder a los demás. Debes aprender un método de estudio y seguirlo fielmente para tener resultados.
Si no te haces el hábito de ser estudioso serás en el futuro un sacerdote ignorante. Sé consciente desde ahora de que debes utilizar bien el tiempo.
Aprende a investigar y ama el hacerlo, no te contentes con solo saber lo que se te explica en las clases, aprovecha el uso de la Biblioteca y sírvete correctamente de los medios electrónicos. Así pondrás la base para ser un sacerdote instruido y no uno que se quedó atrás y no está al día en los conocimientos que se requieren.



CUARTA: La dimensión pastoral.


¿QUÉ ACCIONES DEBO REALIZAR?

Al llegar al Seminario uno desea hacer algún apostolado y se “tira al ruedo” casi sin ninguna preparación. En esto sé paciente.
Después de tener claros tus objetivos de la formación humana, de la vida espiritual y de la dimensión académica, hay que tratar de vivir y aprender a comunicar lo que vas logrando hacer tuyo y que ya lo has asimilado.
Lo primero que tienes que hacer siempre es tratar de dar buen ejemplo, para lo cual debes saber aún cómo presentarte: ser una persona decente, aseada, cortés en tus expresiones y tu trato.
Durante tu vida de Seminario te irás dando cuenta si vas progresando en tus actitudes.
No debes olvidar el tratar a tus familiares con respeto y gratitud. No te avergonzarás de ellos aunque sean gente sencilla, pues “Una gente buena y sencilla vale más que todo el oro del mundo”.
El Seminarista debe ser alguien que desea aprender, esto te capacitará para ayudar a los demás a ser santos y como “nemo dat quod non habet” (nadie da lo que no tiene), desde el comienzo de tu vida en el Seminario deberás aprender a “ser santo” y a “no fallarle al Señor”. Éstas son dos actitudes fundamentales en el seminarista, y con esa mirada deberás hacer todos los estudios y demás actividades que te formarán como “Hombre de Dios”.
Ya que en el futuro deberás ser una persona que se sabe comportar bien, has de aprender a ser cuidadoso, puntual y cumplido en tus obligaciones, y sobre todo, has de asumir tus tareas con espíritu sobrenatural.



CONCLUSIÓN


Si en el Seminario logras portarte como una persona que vaya respondiendo las preguntas anteriores, habrás puesto la base para ser un Santo Sacerdote de lo que no te arrepentirás en el futuro, y tendrás un ministerio que te llevará a aprovechar tu vida que es única e irrepetible y de la que, tarde o temprano, deberás dar cuenta a Dios.
Nota final: Recuerda que un apoyo grande para tu vida seminarística lo tendrás siempre en tus formadores y maestros que han sido puestos por Dios, valiéndose de sus mediaciones, para ayudarte a poner las bases a fin de que llegues a ser un hombre santo. Acude a ellos con confianza, ya que tienen la obligación de ayudarte amándote en Cristo y como Cristo te ama. También tu familia y tus compañeros son agentes de tu formación y, de modo especial, el Espíritu Santo que es quien impulsa y alienta a todos en la Iglesia.
Termino: A un campesino del pueblo de Ars, en Francia, le preguntaron lo que pensaba de su párroco (el santo Cura Juan María Vianney) y respondió con sencillez: “He visto a Dios en un hombre”. Eso es lo que quieren ver los fieles en el sacerdote. ¿Estás dispuesto a eso?
¡Ánimo!
Tu amigo: Arturo A. Szymanski R.
“Los fieles esperan de los sacerdotes solamente una cosa: que sean especialistas en promover el encuentro del hombre con Dios. Al sacerdote no se le pide que sea experto en economía, en ingeniería o en política, de él se espera que sea experto en la vida espiritual. Ante las tentaciones del relativismo o del permisivismo, no es necesario que el sacerdote conozca todas las corrientes actuales del pensamiento, que van cambiando; lo que los fieles esperan de él es que sea testigo de la sabiduría eterna, contenida en la palabra revelada”.
(Benedicto XVI, mayo 2006).
Es verdad, la misión fundamental del sacerdote consiste en llevar a los hombres a Dios. Él nos sigue mirando con amor y debemos confiar en esta mirada.
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No me avergüenzo de Dios


Carlos Dívar: "No me avergüenzo de Aquél al que amo sobre todas las cosas"


Va a ser el nuevo presidente del Consejo General del Poder Judicial. Su nombre, que ha sonado mucho en los telediarios y los informativos (“El presidente de la Audiencia Nacional, Carlos Dívar...”), también lo hace entre sus hermanos de la Adoración Nocturna, realidad eclesial dentro de la cual es “adorador veterano constante”. Tantas horas de oración se le notan en lo pausado de sus modales y en lo meditadísimo de sus respuestas a la entrevista que le realizó la Revista Alba hace un tiempo. El nuevo presidente del gobierno de los jueces españoles no es partidario de dejar sus creencias en casa: "El amor de Dios, que es el que ha dirigido toda mi vida, nunca puede quedarse en casa", afirma.
-Ustedes, los adoradores nocturnos, rezan cuando todos duermen.
-Es que, como dice el apóstol san Pablo, hay que orar sin descanso. Por otra parte, Pío XII definía la oración como“ la respiración del alma”, y todos sabemos que ni dormidos podemos dejar de respirar.
-¿Se reza mejor de noche?
-El silencio es más profundo, nadie te interrumpe, te concentras más. Esto hace que Dios te hable más de cerca al corazón. No hay que olvidar que Jesús gustaba de orar por la noche.
-¿Y más? ¿Se reza más?
-Aunque nunca se ora lo suficiente, hay que hacer horas extras: por los que no rezan, por los que no creen, por los que no le conocen...
-¿Qué les diría a éstos?
-Que llorarían de alegría si supieran cómo nos ama Jesús. Muchos de los que no aman a Dios es porque no le conocen.
-Tantos años en la Adoración Nocturna... ¿qué le han enseñado?
-Que lo verdaderamente importante en la vida es Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar. Es decir, Jesús en cuerpo, sangre, alma y divinidad. Lo más importante.
-También es congregante mariano.
-Desde pequeño.Me eduqué en Bilbao y allí aprendí a dirigirme a Nuestra Señora bajo la advocación de la Virgen de Begoña.
-Ser congregante mariano y adorador nocturno...
-Aquí quedan reflejados los dos grandes amores de mi vida: la Santísima Virgen y la Eucaristía.
-¿Qué papel tuvieron ahí sus padres?
-Les debo mucho en cuestión de fe: crecí viéndolos hacer oración, rezar el rosario, ir a misa... El hogar como iglesia doméstica (así la definió el Concilio) es clave en la vida del cristiano.
-¿También lo es la oración?
-“Todo apostolado que no esté basado en la oración está destinado al fracaso”. Eso dijo Juan Pablo II en su primera visita a España.
-Antes citaba a Pío XII para definir la oración.¿Cómo la definiría usted?
-Como la conversación con Dios, con Jesús. El trato íntimo con Dios.
-Dice Requero que la imagen que tiene de Dios no es la de un presidente del Supremo elegido por consenso entre PP y PSOE, sino la de un padre.
-Toda la revelación de Jesucristo consiste en decirnos que Dios es padre para expresar así todo el amor que nos tiene.
-Entonces, ¿se lo imagina como a un padre?
-No es que me lo imagine, es que dentro de mi corazón lo siento como un padre que me ayuda, me aconseja y, sobre todo, perdona mismuchas faltas. Él es el que tiene la iniciativa de amor, no nosotros.
-¿Y el Juicio Final? ¿Cómo se imagina el Juicio Final?
-El Evangelio ya nos dice cómo tenemos que hacerlo: “Allá vendrá Jesús para juzgar a vivos ymuertos y dirá: ‘Venid, benditos de mi Padre. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber...’”. Será un juicio de caridad.
-¿Eso le reconforta?
-Claro, porque no nos preguntarán por artículos o dogmas, sino si hemos pasado por el mundo haciendo el bien. Como dijo san Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida seremos juzgados por el Amor”.
-No le veo nada partidario de dejar sus creencias en casa antes de ir al despacho.
-El amor de Dios, que es el que ha dirigido toda mi vida, nunca puede quedarse en casa.
-¿Y si se viera obligado a elegir?
-Yo tengo que actuar conforme a mi conciencia. No puedo dejar de creer por tener un cargo público. Mi vida es una unidad. Antes de abandonar a Dios, abandonaría mi trabajo, sin hacer ningún ruido.
-Hay hombres públicos a los que les da pudor hablar de Dios. A, usted, en cambio...
-Dios está tanto en mi vida pública como en la privada y yo no puedo renunciar a Él ni en una ni en otra. Jesús dijo: “Quien se avergüence de mí yo me avergonzaré de él delante de mi Padre”.
-Y usted, claro, no quiere que eso le pase.
-No, no quiero. Además, ¿cómo voy a avergonzarme de Aquel al que amo sobre todas las cosas?

Hace 20 años ...

 Hace 20 años... el 17 de mayo de 1992 se celebró la solemne Beatificación de D. Josemaría Escrivá de Balaguer en Roma con el Beato Juan Pablo II y el Siervo de Dios D. Alvaro del Portillo.Diez años después, el 6/10/2002, fue su Canonización.

 

Homilía en la Beatificación de Josemaría Escrivá

Texto de la homilía del Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro durante la Beatificación de Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei.

Opus Dei -
1. "Es necesario pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios" (Hech 14, 22).

A los dos discípulos que iban por el camino a Emaús, Jesús les dice: «¿No era preciso que el Mesías padeciese esto y entrase en su gloria?» (Lc 24, 26).

En la primera Lectura hemos visto a los apóstoles Pablo y Bernabé «confirmando las almas de los discípulos, exhortándoles a permanecer en la fe» (cfr Hech 14, 22). Ellos anuncian la misma verdad de que había hablado Cristo en el camino a Emaús; una verdad que su vida y su muerte habían confirmado: «Es necesario pasar muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios.» Por muchas generaciones a lo largo de los siglos, los discípulos de Cristo, crucificado y resucitado, abrazan el mismo camino que el Señor les había indicado. «Os he dado ejemplo» (Jn 13, 15).

2. Hoy se nos ofrece la ocasión de fijar una vez más nuestra mirada en esta vía de salvación: el camino hacia la santidad, y reflexionar sobre las figuras de dos personas que, de ahora en adelante, llamaremos Beatas: Josemaría Escrivá de Balaguer, sacerdote, Fundador del Opus DeI, y Josefina Bakhita, Hija de la Caridad, Canosiana.

La Iglesia desea servir y profesar la verdad completa sobre Cristo, ella quiere ser dispensadora del misterio completo de su Redentor. Si la vía hacia el reino de Dios pasa por muchas tribulaciones, entonces, al final del camino se encontrará también la participación en la gloria: la gloria que Cristo nos ha revelado en su Resurrección.

La medida de dicha gloria nos viene dada por la nueva Jerusalén, anunciada por las palabras inspiradas del Apocalipsis de San Juan: «Ésta es la morada de Dios con los hombres: acampará entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos» (Apoc 21, 3).

«Ahora hago el universo nuevo» (Apoc 21, 5), dice el Señor glorioso. El camino hacia la «novedad» definitiva de todo lo creado pasa obligatoriamente aquí en la tierra por el mandamiento nuevo: «Que os améis unos a otros como yo os he amado» (Jn 13, 34).

Este mandamiento nuevo ocupó el centro de la vida de dos hijos ejemplares de la Iglesia, que hoy, en la alegría pascual, son proclamados Beatos.

3. Josemaría Escrivá de Balaguer, nacido en el seno de una familia profundamente cristiana, ya en la adolescencia percibió la llamada de Dios a una vida de mayor entrega. Pocos años después de ser ordenado sacerdote dio inicio a la misión fundacional a la que dedicaría 47 años de amorosa e infatigable solicitud en favor de los sacerdotes y laicos de lo que hoy es la Prelatura del Opus Dei.

La vida espiritual y apostólica del nuevo Beato estuvo fundamentada en saberse, por la fe, hijo de Dios en Cristo. De esta fe se alimentaba su amor al Señor, su ímpetu evangelizador, su alegría constante, incluso en las grandes pruebas y dificultades que hubo de superar. «Tener la cruz es encontrar la felicidad, la alegría nos dice en una de sus Meditaciones tener la cruz es identificarse con Cristo, es ser Cristo y, por eso, ser hijo de Dios.»

Con sobrenatural intuición, el Beato Josemaría predicó incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado. Cristo convoca a todos a santificarse en la realidad de la vida cotidiana; por ello, el trabajo es también medio de santificación personal y de apostolado cuando se vive en unión con Jesucristo, pues el Hijo de Dios, al encarnarse, se ha unido en cierto modo a toda la realidad del hombre y a toda la creación (cfr. Dominum et vivificantem, 50). En una sociedad en la que el afán desenfrenado de poseer cosas materiales las convierte en un ídolo y motivo de alejamiento de Dios, el nuevo Beato nos recuerda que estas mismas realidades, criaturas de Dios y del ingenio humano, si se usan rectamente para gloria del Creador y al servicio de los hermanos, pueden ser camino para el encuentro de los hombres con Cristo. «Todas las cosas de la tierra enseñaba , también las actividades terrenas y temporales de los hombres, han de ser llevadas a Dios» (Carta del 19 de marzo de 1954).

«Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey.» Esta aclamación que hemos hecho en el salmo responsorial es como el compendio de la vida espiritual del Beato Josemaría. Su gran amor a Cristo, por quien se siente fascinado, le lleva a consagrarse para siempre a Él y a participar en el misterio de su Pasión y Resurrección. Al mismo tiempo, su amor filial a la Virgen María le inclina a imitar sus virtudes. «Bendeciré tu nombre por siempre jamás»: he aquí el himno que brotaba espontáneamente de su alma y que le impulsaba a ofrecer a Dios todo lo suyo y cuanto le rodeaba. En efecto, su vida se reviste de humanismo cristiano con el sello inconfundible de la bondad, la mansedumbre de corazón, el sufrimiento escondido con el que Dios purifica y santifica a sus elegidos.

4. La actualidad y transcendencia de su mensaje espiritual, profundamente enraizado en el Evangelio, son evidentes, como lo muestra también la fecundidad con la que Dios ha bendecido la vida y obra de Josemaría Escrivá. Su tierra natal, España, se honra con este hijo suyo, sacerdote ejemplar, que supo abrir nuevos horizontes apostólicos a la acción misionera y evangelizadora. Que esta gozosa celebración sea ocasión propicia que aliente a todos los miembros de la Prelatura del Opus Dei a una mayor entrega, en su respuesta a la llamada a la santificación y a una más generosa participación en la vida eclesial, siendo siempre testigos de los genuinos valores evangélicos, lo cual se traduzca en un ilusionado dinamismo apostólico, con particular atención hacia los más pobres y necesitados.

5. En la Beata Josefina Bakhita encontramos también un testimonio eminente del amor paternal de Dios y un signo esplendoroso de la perenne actualidad de las bienaventuranzas. Nacida en el Sudán, en 1869, raptada por negreros cuando aún era niña y vendida varias veces en los mercados africanos, conoció las atrocidades de una esclavitud que dejó en su cuerpo señales profundas de la crueldad humana. A pesar de estas experiencias de dolor, su inocencia permaneció íntegra, llena de esperanza. «Siendo esclava nunca me he desesperado decía , porque en mi interior sentía una fuerza misteriosa que me sostenía.» El nombre Bakhita como la habían llamado sus secuestradores significa Afortunada, y así fue efectivamente, gracias al Dios de todo consuelo, que la llevaba siempre como de la mano y caminaba junto a ella.

Llegada a Venecia por los caminos misteriosos de la divina Providencia, Bakhita se abrió muy pronto a la gracia. El Bautismo y, después de algunos años, la profesión religiosa entre las hermanas Canosianas, que la habían acogido e instruido, fueron la consecuencia lógica del descubrimiento del tesoro evangélico, para lo cual sacrificó todo, incluso el regreso ya siendo libre, a su tierra natal. Como Magdalena de Canosa, ella también quería vivir sólo para Dios, y con constancia heroica emprendió humilde y confiadamente el camino de la fidelidad al amor más grande. Su fe era firme, transparente, fervorosa. «Sabéis qué gran alegría da conocer a Dios», solía repetir.

6. La nueva Beata transcurrió 51 años de vida religiosa Canosiana dejándose guiar por la obediencia en un compromiso cotidiano, humilde y escondido, pero rico de genuina caridad y de oración. Los habitantes de Schio, donde residió casi todo el tiempo, muy pronto descubrieron en su «madre morenita» así la llamaban una humanidad rica en el dar, una fuerza interior no común que arrastraba. Su vida se consumó en una incesante oración con intención misionera, en una fidelidad humilde y heroica por su caridad, que le consintió vivir la libertad de los hijos de Dios y promoverla a su alrededor.

En nuestro tiempo, en que el recurso desenfrenado al poder, al dinero y al placer causa tanta desconfianza, violencia y soledad, el Señor nos presenta a sor Bakhita como hermana universal, para que nos revele el secreto de la felicidad más auténtica: las bienaventuranzas.

El suyo es un mensaje de bondad heroica a imagen de la bondad del Padre celestial. Ella nos ha dejado un testimonio de reconciliación y de perdón evangélico, que llevará ciertamente consuelo a los cristianos de su patria, Sudán, tan duramente probados por un conflicto que dura desde hace muchos años y que ha provocado tantas víctimas. Su fidelidad y su esperanza son motivo de orgullo y de acción de gracias para toda la Iglesia. En este momento de grandes tribulaciones, sor Bakhita les precede por el camino de la imitación de Cristo, de la intensificación de la vida cristiana y de la adhesión inquebrantable a la Iglesia. Al mismo tiempo, deseo una vez más dirigir una cálida exhortación a los responsables de la situación del Sudán, a fin de que lleven a término los ideales afirmados de paz y concordia; a fin de que el respeto de los derechos fundamentales del hombre y en primer lugar el derecho a la libertad religiosa sea garantizado para todos, sin discriminaciones étnicas o religiosas.

Preocupa enormemente la situación de cientos de miles de prófugos de las regiones meridionales, forzados por la guerra a abandonar casa y trabajo; recientemente han sido obligados a dejar también los campos, donde habían encontrado una cierta forma de asistencia, y han sido deportados a lugares desérticos e incluso se ha impedido el paso libre a los convoyes de ayudas de los organismos internacionales. Su situación es trágica y no puede dejarnos insensibles.

Exhorto vivamente a los organismos internacionales de asistencia que sigan enviando su ayuda benévola, necesaria y urgente.

Al saludar a la delegación de la iglesia del Sudán, presente en esta celebración, dirijo mi afectuoso recuerdo, junto con mi plegaria, a toda la Iglesia de aquel país: a los Obispos, al clero diocesano y misionero, a los laicos comprometidos en la pastoral, y también a los catequistas, colaboradores generosos y necesarios para la propagación de la verdad, de la palabra y del amor de Dios. Las poblaciones del Sudán siempre están presentes en mi corazón y en mis plegarias: las encomiendo a la intercesión de la nueva Beata Josefina Bakhita.

7. «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os améis unos a otros» (Jn 13, 34-35). Con estas palabras de Jesús concluye el Evangelio de la Misa de hoy. En esta frase evangélica encontramos la síntesis de toda santidad; la santidad que han alcanzado, por caminos diversos pero convergentes en la misma y única meta, Josemaría Escrivá de Balaguer y Josefina Bakhita. Ellos han amado a Dios con toda la fuerza de su corazón y han dado prueba de una caridad que ha llegado hasta el heroísmo mediante las obras de servicio a los hombres, sus hermanos. Por eso la Iglesia los eleva hoy al honor de los altares y los presenta como ejemplos en la imitación de Cristo, que nos ha amado y se ha dado a Sí mismo por cada uno de nosotros (cfr Gal. 2, 20).

8. «Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él» (Jn 13, 31): el misterio pascual de la gloria.

Por medio del Hijo del hombre esta gloria se extiende a todo lo visible y lo invisible: «Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado» (Ps 144, 10-11).

Dice el Hijo del hombre: «¿No era necesario que... soportase estos sufrimientos para entrar en su gloria?» Estos son los que de generación en generación han seguido a Cristo: «A través de muchas tribulaciones, ellos han entrado en el reino de Dios.»

«Tu reinado es un reinado perpetuo» (Ps 144, 13). Amén.