NO ME DEJES



MES DE MAYO: MES DE LAS FLORES, MES DE MARÍA

... NO ME DEJES MADRE MÍA,
HASTA MORIR EN TU AMOR.



Te invitamos a vivir con entusiasmo e intensidad el mes de mayo, tradicionalmente dedicado a honrar a la Virgen María con diferentes formas de piedad (Romerías, Peregrinaciones, El mes de María, El rezo del Rosario en familia o comunidad, etc). Nuestra Madre nos agradecerá cualquier atención que tengamos con Ella y más si, mediante esa devoción, nos acercamos más a su divino Hijo Jesús o hacemos que otros Le conozcan y Le amen.

¡INMACULADO CORAZON DE MARÍA, SED LA SALVACIÓN MÍA!

SI QUIERES ACOGER
UNA CAPILLITA DE FÁTIMA
EN TU CASA

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http://sacerdotesrusia.blogspot.com/
http://www.san-nicolas.org/






PROCESIÓN DE LAS ANTORCHAS CON LA IMÁGEN DE NTRA. SRA. DE FÁTIMA.

GODSPEED

LA VELOCIDAD DE DIOS

En este video se muestra el encuentro de un muchacho con Dios, a través del buen ejemplo de un sacerdote. Decide dejar a sus amistades y familia para ser sacerdote.

BELLA




Bella - Un mensaje de amor lleno de esperanzaAutor: Metanoia FilmsBella cuenta la historia de cómo un día en la ciudad de Nueva York cambió las vidas de tres personas para siempre. En este emotivo relato del director Alejandro Monteverde dos amigos descubren que a veces es necesario perderlo todo para poder apreciar lo que realmente importa en esta vida. Protagonizada por Eduardo Verástegui y Tammy Blanchard, Bella es una tierna historia sobre la vida, la amistad, la familia y la capacidad humana para amar en las circunstancias más inesperadas.

Bella recibió el homenaje mas importante en el festival de Toronto al ser galardonada con el premio a la favorita del público (People’s Choice Award). Es frecuente que películas recipientes de dicho galardón sean más tarde reconocidas en la ceremonia de los Oscars. Tal es el caso de filmes como Carros de Fuego, American Beauty, La Vita Bella y la más reciente: Totsi. Bella marca el debut como director de Alejandro Monteverde, quien asimismo comparte la autoría del guión original con Patrick Million. En la película también participan actores como Manny Pérez, Angélica Aragón, Jaime Terelli y Ali Landry. Bella ha sido producida por Eduardo Verastegui, Alejandro Monteverde, Leo Severino, Sean Wolfington y Denise Pinckley. Los productores ejecutivos son Eustace Wolfington, Ana B. Wolfington y Steven McEveety. Tras ver la película, Steve McEveety decidió firmar como productor ejecutivo para ayudar a Bella a abrirse un hueco en el mercado. Esta es la primera película en la que McEveety (Braveheart, We were soldiers, La Pasión de Cristo) ha participado desde que abandonó la productora de Mel Gibson Icon Productions. Filmada en Nueva York, Bella es el primer proyecto de la productora Metanoia Films, formada por cinco socios: Eduardo Verástegui, Alejandro Monteverde, Leo Severino, Sean Wolfington y Eustace Wolfington. "Nuestro objetivo es crear películas con un mensaje positivo, aspiramos a crear películas que inspiren las mentes y los corazones de la gente de tal manera que cuando abandonen la sala de cine se propongan amar más y juzgar menos." Explica Verastegui. Monteverde añade: "Queremos contar historias con las que la gente pueda identificarse, empleando un lenguaje que todo el mundo entienda, como el amor, el dolor, la alegría, la tristeza, y la esperanza". Metanoia Films se encuentra trabajando en diversos proyectos que serán financiados a través de un fondo que están creando con ese fin. Actualmente están tratando de encontrar y movilizar a otros jóvenes talentos del mundo del cine para extender su misión de crear películas que marquen una diferencia. Para más información y para ver el trailer pueden dirigirse a:http://www.bellalapelicula.com/

NASIJA

ESTE ES UN CORTOMETRAJE CANARIO LLAMADO NASIJA, ES IMPRESIONANTE Y LLEGA AL ALMA.ESTA PREMIADO EN LOS 5 CONTINENTES CON MAS DE 50 PREMIOS. SOLO SON 7 MINUTOS.

Gran cortometraje de Guillermo Ríos, elaborado para el día de la mujer, tratando el problema de ser mujer en el África negra, desde el punto de vista de la propia mujer sentenciada a muerte.

LIMPIEZA A FONDO


CAMBIOS A MEJOR, SON LOS QUE HA HABIDO EN ESTAS DOS FOTOS DE TAN SOLO UN AÑO DE DIFERENCIA. ES EL RETABLO PRINCIPAL DE LA IGLESIA DE SAN FELIPE NERI EN VALLADOLID QUE ACABA DE SER RESTAURADO EN ESTE ULTIMO AÑO, JUNTO A LOS DEMAS RETABLOS, ESCULTURAS, LIENZOS, Y TODA LA IGLESIA EN SU CONJUNTO; JUNTO AL NUEVO PRESBITERIO DESTACA LA NUEVA ILUMINACION DEL LUGAR QUE LUCE EN TODO SU ESPLENDOR, UNA JOYA DEL ARTE VALLISOLETANO.
DESDE ESTE RINCONCITO, FELICITAMOS A TODOS LOS QUE HAN HECHO POSIBLE ESTA LIMPIEZA A FONDO DE ESTE LUGAR EMBLEMÁTICO DE VALLADOLID, E INVITAMOS A TODOS A QUE ENTREN EN LA CASA DEL SEÑOR.


¡QUÉDATE!

-"QUÉDATE" ES EL TEMA DEL 1º DISCO DE D. RICARDO VARGAS "RICHY" Y MUY PRONTO SACARA SU 2º DISCO, TIENES MAS INFORMACION EN SU WEB: www.webdericardo.com www.centrodeespiritualidad.org


RICARDO VARGAS SACERDOTE Y CANTANTE EN TRES MINUTOS
«La música es un puente entre la Iglesia y los jóvenes»

La música siempre ha estado presente en la vida de Ricardo Vargas. Desde pequeño, todos los momentos más importantes de su vida tienen banda sonora. Este sacerdote, responsable del Centro de Espiritualidad de Valladolid, ha editado ya un disco, 'Quédate', y ofrece conciertos por distintos lugares, en donde, a ritmo de pop-rock, transmite la satisfacción que le ha generado su vida entregada a Jesucristo. Ricardo Vargas ofrecerá a las 22 horas de hoy un concierto en el colegio Maristas Castilla de Palencia, en un acto previo a la peregrinación mariana a la Trapa que se celebra mañana, sábado.


-¿La música le sirve para evangelizar?

-La música es un lenguaje humano, igual que el lenguaje hablado o escrito, y permite comunicar y expresar lo que uno siente. La música es susceptible de transmitir alegrías, tristezas..., es un camino muy válido para evangelizar y la Iglesia siempre lo ha usado.


-¿A quién va dirigida su música?

-Mi propuesta es para los jóvenes, aunque mi disco ha despertado buenas impresiones entre todos los sectores de población. Creo que la gran vía de comunicación con los jóvenes es la música, porque es de las pocas cosas que escuchan de forma voluntaria, sin que haya que forzarlas. Es un puente de oro de comunicación entre la Iglesia y los jóvenes. Mi música es de estilo pop rock y no está hecha para celebraciones, sino que es para escuchar en el coche, en casa, en el mp3..


.-¿Qué mensaje transmite en sus canciones?

-La alegría que me generó descubrir que Jesús no es solo el nombre de un personaje histórico, sino que sigue viviendo hoy y que busca a cada uno para vivir una amistad, y de ahí brota una alegría que yo experimenté y quiero dar a conocer a todos. Es un resumen del mensaje que Juan Pablo II transmitió en su visita a España: 'Los jóvenes españoles demuestran que se puede ser moderno y fiel a Jesucristo'.


-Su ofrecimiento no suena a carca...

-No, al revés. Los jóvenes están hartos de que les prometan oro y hallar vacío. Ofrecemos un lugar donde hemos encontrado la alegría y les proponemos que por qué no lo prueban.


-¿Dónde distribuye su disco?

-En librerías religiosas y en Internet. El perfil de mi público en los conciertos es de gente joven.


-¿Qué música escucha usted?

-De todo. Me gusta El canto del loco, La oreja de Van Gogh... creo que hay poco que yo no escuche.

XXXIII PREMIO CERVANTES 2008



Discurso íntegro de Juan Gelman
en la ceremonia de entrega del Premio Cervantes
Majestades, Señor Presidente del Gobierno, Señor Ministro de Cultura, Señor Rector de la
Universidad de Alcalá de Henares, autoridades estatales, autonómicas, locales y académicas,
amigas, amigos, señoras y señores:
Deseo, ante todo, expresar mi agradecimiento al jurado del Premio de Literatura en Lengua
Castellana Miguel de Cervantes, a la alta investidura que lo patrocina y a las instituciones que hacen
posible esta honrosísima distinción, la más preciada de la lengua, que hoy se me otorga. Mi gratitud
es profunda y desborda lo meramente personal. En el año 2006 se galardonó con este Premio al gran
poeta español Antonio Gamoneda y en el 2007 lo recibe también un poeta, esta vez de
Iberoamérica. Se premia a la poesía entonces, "que es como una doncella tierna y de poca edad y en
todo extremo hermosa" para don Quijote, doncella que, dice Cervantes en "Viaje del Parnaso",
"puede pintar en la mitad del día
la noche, y en la noche más oscura
el alba bella que las perlas cría...
Es de ingenio tan vivo y admirable
que a veces toca en puntos que suspenden,
por tener no se qué de inescrutable".
A la poesía hoy se premia, como fuera premiada ayer y aun antes en este histórico Paraninfo donde
voces muy altas resuenan todavía.
Y es algo verdaderamente admirable en estos "Dürftiger Zeite", estos tiempos mezquinos, estos
tiempos de penuria, como los calificaba Hölderin preguntándose "Wozu Dichter", para qué poetas.
¿Qué hubiera dicho hoy, en un mundo en el que cada tres segundos y medio un niño menor de 5
años muere de enfermedades curables, de hambre, de pobreza? Me pregunto cuántos habrán
fallecido desde que comencé a decir estas palabras. Pero ahí está la poesía: de pie contra la muerte.
Safo habló del bello huerto en el que "un agua fresca rumorea entre las ramas de los manzanos, todo
el lugar sombreado por las rosas y del ramaje tembloroso el sueño descendía", Mallarmé conoció la
desnudez de los sueños dispersos, Santa Teresa recogía las imágenes y los fantasmas de los objetos
que mueven apetitos, San Juan bebió el vino de amor que sólo una copa sirve, Cavalcanti vio a la
mujer que hacía temblar de claridad el aire, Hildegarda de Bingen lloró las suaves lágrimas de la
compunción, y tanta belleza cargada de más vida causa el temblor de todo el ser. ¿No será la
palabra poética el sueño de otro sueño?
Santa Teresa y San Juan de la Cruz tuvieron para mí un significado muy particular en el exilio al
que me condenó la dictadura militar argentina. Su lectura desde otro lugar me reunió con lo que yo
mismo sentía, es decir, la presencia ausente de lo amado, Dios para ellos, el país del que fui
expulsado para mí. Y cuánta compañía de imposible me brindaron. Ese es un destino "que no es
sino morir muchas veces", comprobaba Teresa de Ávila. Y yo moría muchas veces y más con cada
noticia de un amigo o compañero asesinado o desaparecido que agrandaba la pérdida de lo amado.
La dictadura militar argentina desapareció a 30.000 personas y cabe señalar que la palabra
"desaparecido" es una sola, pero encierra cuatro conceptos: el secuestro de ciudadanas y ciudadanos
inermes, su tortura, su asesinato y la desaparición de sus restos en el fuego, en el mar o en suelo
ignoto. El Quijote me abría entonces manantiales de consuelo.
Lo leí por primera vez en mi adolescencia y con placer extremo después de cruzar, no sin esfuerzo,
la barrera de las imposiciones escolares. Me acuciaba una pregunta: ¿cómo habrá sido el hombre,
don Miguel? Conocía su vida de pobreza y sufrimiento, sus cárceles, su cautiverio en Argel, su
Lepanto, los intentos fallidos de mejorar su suerte. Pero él, ¿quién era? Releía el autorretrato que
trazó en el prólogo de las Novelas Ejemplares: "Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello
castaño, frente lisa y desembarazada", que nada me decía, salvo la mención de sus "alegres ojos".
Comprendí entonces que él era en su escritura. Me interno en ella y aún hoy creo a veces escuchar
sus carcajadas cuando acostaba al Caballero de la Triste Figura en el papel. Sólo quien, desde el
dolor, ha escrito con verdadero goce puede dar a sus lectores un gozo semejante. Cómico es el
rostro de la tragedia cuando se mira a sí misma.
Declaro que, en verdad, quise recorrer ante ustedes, con ustedes, los trabajos de Persiles y
Segismunda, o la locura quebradiza del licenciado Vidriera, o compartir la nueva admiración y la
nueva maravilla del coloquio de los perros, o el combate verdaderamente ejemplar entre los poetas
malos y los buenos que tiene lugar en "Viaje del Parnaso" y en el que cualquier buen poeta podía
caer herido por un pésimo soneto bien arrojado. Pero tal como la lámpara alimentada a querosén
que los campesinos de mi país encienden a la noche y alrededor de la cual se sientan a cenar,
cuando hay, y luego a leer, cuando hay y cuando hay ganas, y a la que mosquitos y otros seres
alados acuden ciegos de luz y la calor los mata, así yo, encandilado por don Alonso Quijano, no
puedo sustraerme a su fulgor.
Muchas plumas hondas y brillantes han explorado los rincones del gran libro. Por eso,
parafraseando al autor, declaro sin ironía alguna que, con seguridad, este discurso carece de
invención, es menguado de estilo, pobre de conceptos, falto de toda erudición y doctrina. Sólo hablo
como lector devoto de Cervantes, pero quién puede describir los territorios del asombro. Con mucha
suerte y perspicacia, es posible apenas sentarse a la sombra de lo que siempre calla.
Cervantes se instala en un supuesto pasado de nobleza e hidalguía para criticar las injusticias de su
época, que son las mismas de hoy: la pobreza, la opresión, la corrupción arriba y la impotencia
abajo, la imposibilidad de mejorar los tiempos de penuria que Hölderlin nombró. Se burla de ese
intento de cambio y se burla de esa burla porque sabe que jamás será posible terminar con la utopía,
recortar la capacidad de sueño y de deseo de los seres humanos. Cervantes inventó la primera
novela moderna, que contiene y es madre de todas las novedades posteriores, de Kafka a Joyce. Y
cuando en pleno siglo XX Michel Foucault encuentra en Raymond Roussel las características de la
novela moderna, éstas: "el espacio, el vacío, la muerte, la transgresión, la distancia, el delirio, el
doble, la locura, el simulacro, la fractura del sujeto", uno se pregunta ¿qué? ¿No existe todo eso, y
más, en la escritura de Cervantes?
Su modernidad no se limita a un singular universo literario. La más humana es un espejo en el que
podemos aún mirarnos sin deformaciones en este siglo XXI. Dice Don Quijote: "Bien hayan
aquellos benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos endemoniados
instrumentos de la artillería a cuyo inventor tengo para mí que en el infierno se le está dando el
premio de su diabólica invención, con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida
a un valeroso caballero, y que sin saber cómo o por dónde, en la mitad del coraje y brío que
enciende y anima a los valientes pechos, llega una desmandada bala (disparada de quien quizá huyó
y se espantó del resplandor que hizo el fuego al disparar la maldita máquina) y corta y acaba en un
instante los pensamientos y la vida de quien la merecía gozar luengos siglos".
Desde el lugar de presunto caballero andante quejoso de que las armas de fuego hayan sustituido a
las espadas, y que una bala lejana torne inútil el combate cuerpo a cuerpo, Don Quijote destaca un
hecho que ha modificado por completo la concepción de la muerte en Occidente: es la aparición de
la muerte a distancia, cada vez más segura para el que mata, cada vez más terrible para el que
muere. Pasaron al olvido las ceremonias públicas y organizadas que presidía el mismo agonizante
en su lecho: la despedida de los familiares, los amigos, los vecinos, el dictado del testamento ante
los deudos. La muerte hospitalizada llega hoy con un cortejo de silencios y mentiras. Y qué decir de
los 200.000 civiles de Hiroshima que el coronel Paul Tobbets aniquiló desde la altura apretando un
simple botón. Piloteaba un aparato que bautizó con el nombre de su madre, arrojó la bomba atómica
y después durmió tranquilo todas las noches, dijo. Pocos conocen el nombre de las víctimas cuya
vida el coronel había segado. La muerte se ha vuelto anónima y hay algo peor: hoy mismo
centenares de miles de seres humanos son privados de la muerte propia. Así se da en Irak.
Creo, sin embargo, como el historiador y filósofo Juan Carlos Rodríguez, que el Quijote es una gran
novela de amor. Del amor imposible. En el amor se da lo que no se tiene y se recibe lo que no se da
y ahí está la presencia del ser amado nunca visto, el amor a un mundo más humano nunca visto y
torpemente entrevisto, el amor a una mujer que no es y a una justicia para todos que no es. Son
amores diferentes pero se juntan en un haz de fuego. ¿Y acaso no quisimos hacer quijotadas en
alguna ocasión, ayudar a los flacos y menesterosos? ¿Luchando contra molinos de aspas de acero,
que ya no de madera? ¿Despanzurrando odres de vino en vez de enfrentar a los dueños del dolor
ajeno? ¿"En este valle de lágrimas, en este mal mundo que tenemos -dice Sancho-, donde apenas se
halla cosa que esté sin mezcla de maldad, embuste y bellaquería"?
He celebrado hace dos años, con ocasión de la entrega del Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana, mi llegada a una España que no acepta las aventuras bélicas y que rompe clausuras
sociales que hieren la intimidad de las personas. Hoy celebro nuevamente a una España empeñada
en rescatar su memoria histórica, único camino para construir una conciencia cívica sólida que abra
las puertas al futuro. Ya no vivimos en la Grecia del siglo V antes de Cristo en que los ciudadanos
eran obligados a olvidar por decreto. Esa clase de olvido es imposible. Bien lo sabemos en nuestro
Cono Sur.
Para San Agustín, la memoria es un santuario vasto, sin límite, en el que se llama a los recuerdos
que a uno se le antojan. Pero hay recuerdos que no necesitan ser llamados y siempre están ahí y
muestran su rostro sin descanso. Es el rostro de los seres amados que las dictaduras militares
desaparecieron. Pesan en el interior de cada familiar, de cada amigo, de cada compañero de trabajo,
alimentan preguntas incesantes: ¿cómo murieron? ¿Quiénes lo mataron? ¿Por qué? ¿Dónde están
sus restos para recuperarlos y darles un lugar de homenaje y de memoria? ¿Dónde está la verdad, su
verdad? La nuestra es la verdad del sufrimiento. La de los asesinos, la cobardía del silencio. Así
prolongan la impunidad de sus crímenes y la convierten en impunidad dos veces.
Enterrar a sus muertos es una ley no escrita, dice Antígona, una ley fija siempre, inmutable, que no
es una ley de hoy sino una ley eterna que nadie sabe cuándo comenzó a regir. "`Iba yo a pisotear
esas leyes venerables, impuestas por los dioses, ante la antojadiza voluntad de un hombre, fuera el
que fuera!", exclama. Así habla de y con los familiares de desaparecidos bajo las dictaduras
militares que devastaron nuestros países. Y los hombres no han logrado aún lo que Medea pedía:
curar el infortunio con el canto.
Hay quienes vilipendian este esfuerzo de memoria. Dicen que no hay que remover el pasado, que no
hay que tener ojos en la nuca, que hay que mirar hacia adelante y no encarnizarse en reabrir viejas
heridas. Están perfectamente equivocados. Las heridas aún no están cerradas. Laten en el subsuelo
de la sociedad como un cáncer sin sosiego. Su único tratamiento es la verdad. Y luego, la justicia.
Sólo así es posible el olvido verdadero. La memoria es memoria si es presente y así como Don
Quijote limpiaba sus armas, hay que limpiar el pasado para que entre en su pasado. Y sospecho que
no pocos de quienes preconizan la destitución del pasado en general, en realidad quieren la
destitución de su pasado en particular.
Pero volviendo a algunos párrafos atrás: hay tanto que decir de Cervantes, de este hombre tan fuera
del uso de los otros. De sus neologismos, por ejemplo. Salvo él, nadie vio a una persona caminar
asnalmente. O llevar en la cabeza un baciyelmo. O bachillear. Don Quijote aprueba la creación de
palabras nuevas, porque "esto es enriquecer la lengua, sobre quien tienen poder el vulgo y el uso".
Hace unos años ciertos poetas lanzaron una advertencia en tono casi legislativo: no hay que lastimar
al lenguaje, como si éste fuera río coagulado, como si los pueblos no vinieran "lastimándolo" desde
que empezaron a nombrar. Cuando Lope dice "siempre mañana y nunca mañanamos" agranda el
lenguaje y muestra que el castellano vive, porque sólo no cambian las lenguas que están muertas. La
lengua expande el lenguaje para hablar mejor consigo misma.
Esas invenciones laten en las entrañas de la lengua y traen balbuceos y brisas de la infancia como
memoria de la palabra que de afuera vino, tocó al infante en su cuna y le abrió una herida que nunca
ha de cerrar. Esas palabras nuevas, ¿no son acaso una victoria contra los límites del lenguaje?
¿Acaso el aire no nos sigue hablando? ¿Y el mar, la lluvia, no tienen muchas voces? ¿Cuántas
palabras aún desconocidas guardan en sus silencios? Hay millones de espacios sin nombrar y la
poesía trabaja y nombra lo que no tiene nombre todavía.
Esto exige que el poeta despeje en sí caminos que no recorrió antes, que desbroce las malezas de su
subjetividad, que no escuche el estrépito de la palabra impuesta, que explore los mil rostros que la
vivencia abre en la imaginación, que encuentre la expresión que les dé rostro en la escritura. El
internarse en sí mismo del poeta es un atrevimiento que lo expone a la intemperie. Aunque bien
decía Rilke: "(...) lo que finalmente nos resguarda/es nuestra desprotección". Ese atrevimiento
conduce al poeta a un más adentro de sí que lo trasciende como ser. Es un trascender hacia sí mismo
que se dirige a la verdad del corazón y a la verdad del mundo.
Marina Tsvetaeva, la gran poeta rusa aniquilada por el estalinismo, recordó alguna vez que el poeta
no vive para escribir. Escribe para vivir.

ÁGAPE PASCUAL

-DESDE ESTE BLOG QUEREMOS FELICITAR LA PASCUA A NUESTROS HERMANOS ORTODOXOS-

PASCUA ORTODOXA 2008
Parroquia SAN JOAQUIN Y STA. ANA

(CAPILLA DE LA CONGREGACIÓN: www.centrodeespiritualidad.org )

C/ ALONSO PESQUERA; JUNTO SANTUARIO NAC. DE LA GRAN PROMESA

+ VALLADOLID +

Cuando la piedra fue sellada por los judíos y tu purísimo cuerpo fue custodiado por los guardias, resucitaste al tercer día, oh Salvador, concediendo al mundo la vida. Así, los poderes celestiales clamaron a Ti, Oh Dador de Vida: Gloria a tu Resurrección, oh Cristo, gloria a tu Reino, gloria a tu plan de salvación, oh Único, Amante de la humanidad.
¡Cristo ha resucitado; en verdad ha resucitado!¡Khristos voskrese; voistinu voskrese!
¡Cristos a inviat; adevarat a inviat!
¡Christos anesti; alithos anesti!
Oficios del mes de abril:
Día 6, Domingo de Cuaresma de San Juan Clímaco
Día 20, Domingo de Ramos
Día 27, Domingo de Resurrección

Observación:Después de los oficios contamos con un refrigerio. Después del Domingo de Resurrección habrá un ágape (alimentos pascuales, huevos de Pascua, alimentos rumanos y panes rusos)
¡FELÍZ PASCUA DE RESURRECCIÓN A TODOS!


AL CIELO



Muere el cardenal López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio de la Familia
-HOY, SÁBADO, SE NOS HA IDO DIRECTO AL CIELO EL CARDENAL DE LAS FAMILIAS, YA TENEMOS HILO DIRECTO CON OTRO SANTO.-

19 - 04 - 2008
(Roma). Según he podido saber , el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, de 73 años, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, ha muerto hoy sábado en Roma al no poder superar una grave enfermedad que le mantenía hospitalizado en un centro sanitario desde el comienzo de reciente Asamblea del Consejo Pontificio para la Familia a la que no pudo asistir. El cardenal Alfonso López Trujillo nació en Villahermosa, diócesis de Líbano-Honda el 8 de noviembre de 1935. Fue ordenado sacerdote en 1960. En 1971 fue nombrado arzobispo titular de Boseta y auxiliar de Bogotá y en 1979, arzobispo de Medellín. El 2 de febrero de 1983 fue creado cardenal presbítero en el segundo consistorio convocado por Juan Pablo II, convirtiéndose en aquellos momentos en el purpurado más joven de la Iglesia. Desde el 8 noviembre de 1990 es presidente del Consejo Pontificio de la Familia. Su último papel destacado en España fue en la organización y desarrollo del V Encuentro MUndial de las Familias que tuvo lugar en Valencia en julio de 2008 y que fue clausurado por el Papa Benedicto XVI.
Según ha difundido la agencia EFE, el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, de 73 años, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, se encuentra gravemente enfermo y hospitalizado en un centro sanitario de Roma. Así lo ha dado a conocer el cardenal Secretario de Estado, Tarcisio Bertone, que le visitó en el hospital. "Le he visitado y he hablado con él. Le he deseado una pronta mejoría", dijo Bertone durante la misa que ofició en la basílica de San Pedro para los participantes a la Asamblea del Consejo Pontificio para la Familia, dedicada en esta ocasión a los abuelos. Durante la misa, una de las plegarias fue dedicada a López Trujillo, para que se reponga y continúe con su labor al frente del dicasterio vaticano. De momento se desconoce la enfermedad que padece. Fuentes vaticanas señalaron que puede estar relacionada con diabetes y problemas pulmonares. El colombiano Alfonso López Trujillo nació en Villahermosa, diócesis de Líbano-Honda el 8 de noviembre de 1935. Fue ordenado sacerdote en 1960. En 1971 fue nombrado arzobispo titular de Boseta y auxiliar de Bogotá y en 1979, arzobispo de Medellín. El 2 de febrero de 1983 fue creado cardenal presbítero en el segundo consistorio convocado por Juan Pablo II, convirtiéndose en aquellos momentos en el purpurado más joven de la Iglesia. Desde el 8 noviembre de 1990 es presidente del Consejo Pontificio de la Familia.

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www.emf2006.org

Alfonso LÓPEZ TRUJILLOPresidente del Pontificio Consejo para la Familia
Nacimiento: Nació el 8 de noviembre de 1935, Villahermosa, diócesis de Ibagué (ahora diócesis de Líbano-Honda), Colombia.
Educación: Universidad Nacional de Bogotá; Seminario de Bogotá; Pontificio Instituto Internacional Angelicum, Roma (doctorado en filosofía); Pontificia Facultad Teológica y Pontificio Instituto de Espiritualidad Teresianum, Roma.
Sacerdocio: Ordenado, el 13 de noviembre de 1960. Continuó sus estudios en Europa, de 1960 a 1962. Miembro de la facultad del Seminario de Bogotá, de 1962 a 1966. Coordinador de la pastoral para el XXXIX Congreso Eucarístico Internacional, Bogotá, agosto de 1968. Asistió a la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, Medellín, del 24 de agosto al 6 de septiembre de 1968, como perito. En 1968 comenzó el nuevo departamento arquidiocesano para la pastoral. De 1970 a 1972, en Bogotá, vicario general; párroco; consejero y miembro de la facultad de la Universidad Nacional.
Episcopado: Elegido Obispo titular de Boseta y nombrado auxiliar de Bogotá, el 25 de febrero de 1971. Consagrado el 25 de marzo de 1971, Bogotá, por Mons. Aníbal Muñoz Duque, Arzobispo titular de Cariana, coadjutor, con derecho a sucesión, y administrador apostólico, sede plena, de Bogotá. Elegido secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), Sucre, Bolivia, el 22 de noviembre de 1972; confirmado en Roma, el 1 de noviembre de 1974. Asistió a la III Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 27 de septiembre al 26 de octubre de 1974; a la IV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, del 30 de septiembre al 29 de octubre de 1977. Promovido a Arzobispo y nombrado coadjutor, con derecho a sucesión, de Medellín, el 22 de mayo de 1978. Asistió a la III Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, México, del 27 de enero al 13 de febrero de 1979; secretario general de la misma. Sucedió a la sede metropolitana de Medellín, el 2 de junio de 1979. Presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano, de 1979 a 1982. Asistió a la V Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, del 26 de septiembre al 25 de octubre de 1980.
Cardenalato: Creado Cardenal presbítero, el 2 de febrero de 1983; recibió la birreta roja y el título de S. Prisca, el 2 de febrero de 1983. Asistió a la VI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 29 de septiembre al 28 de octubre de 1983; miembro del secretariado general, 1983-1986; membresía extendida hasta 1987 en la II Asamblea Extraordinaria del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, del 24 de noviembre al 8 de diciembre de 1985. Fue presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, de 1987 a 1990. Nombrado presidente del Pontificio Consejo para la Familia, el 8 de noviembre de 1990. Renunció al gobierno pastoral de la archidi2cesis, el 9 de enero de 1991. Asistió a la I Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 28 de noviembre al 14 de diciembre de 1991; a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Santo Domingo, República Dominicana, del 12 al 28 de octubre de 1992; a la Asamblea Especial para Africa del Sínodo de los Obispos, Ciudad del Vaticano, del 10 de abril al 8 de mayo de 1994; a la IX Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en la Ciudad Vaticana, del 2 al 29 de octubre de 1994; a la Asamblea Especial para América del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 16 de noviembre al 12 de diciembre de 1997; a la Asamblea Especial para Asia del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 19 de abril al 18 de mayo de 1998; a la Asamblea Especial para Oceanía de Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 22 de noviembre al 12 de diciembre de 1998; a la II Asamblea Especial para Europa del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, del 1 al 23 de octubre de 1999; a la X Asamblea Ordianria del Sínodo Mundial de los Obispos, Ciudad del Vaticano, 30 de septiembre a 27 de octubre de 2001. Promovido al orden de los Cardenales Obispos el 17 de noviembre de 2001, sede suburbicaria de Frascati. Legado papal para las celebraciones del IV Encuentro de la Familia, 22 al 26 de enero de 2002, Manila, Filipinas. Participó en el cónclave del 18-19 de abril de 2005. Volvió a ser designado presidente del Pontificio Consejo para la Familia, 21 de abril de 2005.
En la Curia Romana también es miembro de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para la Causa de los Santos, para los Obispos y para la Evangelización de los Pueblos. Pertenece a la Comisión para América Latina.

DESCANSE EN PAZ

¡QUE EN EL CIELO LE VEAMOS!

MENSAJE MUNDIAL



Discurso de Su Santidad Benedicto XVI ante la Naciones Unidas. Abril 18, 2008.
Señor PresidenteSeñoras y Señores
Al comenzar mi intervención en esta Asamblea, deseo ante todo expresarle a usted, Señor Presidente, mi sincera gratitud por sus amables palabras. Quiero agradecer también al Secretario General, el Señor Ban Ki-moon, por su invitación a visitar la Sede central de la Organización y por su cordial bienvenida. Saludo a los Embajadores y a los Diplomáticos de los Estados Miembros, así como a todos los presentes: a través de ustedes, saludo a los pueblos que representan aquí. Ellos esperan de esta Institución que lleve adelante la inspiración que condujo a su fundación, la de ser un «centro que armonice los esfuerzos de las Naciones por alcanzar los fines comunes», de la paz y el desarrollo (cf. Carta de las Naciones Unidas, art. 1.2-1.4). Como dijo el Papa Juan Pablo II en 1995, la Organización debería ser "centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan como en su casa, desarrollando la conciencia común de ser, por así decir, una ‘familia de naciones’" (Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Nueva York, 5 de octubre de 1995, 14).
A través de las Naciones Unidas, los Estados han establecido objetivos universales que, aunque no coincidan con el bien común total de la familia humana, representan sin duda una parte fundamental de este mismo bien. Los principios fundacionales de la Organización –el deseo de la paz, la búsqueda de la justicia, el respeto de la dignidad de la persona, la cooperación y la asistencia humanitaria– expresan las justas aspiraciones del espíritu humano y constituyen los ideales que deberían estar subyacentes en las relaciones internacionales. Como mis predecesores Pablo VI y Juan Pablo II han hecho notar desde esta misma tribuna, se trata de cuestiones que la Iglesia Católica y la Santa Sede siguen con atención e interés, pues ven en vuestra actividad un ejemplo de cómo los problemas y conflictos relativos a la comunidad mundial pueden estar sujetos a una reglamentación común. Las Naciones Unidas encarnan la aspiración a "un grado superior de ordenamiento internacional" Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 43), inspirado y gobernado por el principio de subsidiaridad y, por tanto, capaz de responder a las demandas de la familia humana mediante reglas internacionales vinculantes y estructuras capaces de armonizar el desarrollo cotidiano de la vida de los pueblos. Esto es más necesario aún en un tiempo en el que experimentamos la manifiesta paradoja de un consenso multilateral que sigue padeciendo una crisis a causa de su subordinación a las decisiones de unos pocos, mientras que los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional.
Ciertamente, cuestiones de seguridad, los objetivos del desarrollo, la reducción de las desigualdades locales y globales, la protección del entorno, de los recursos y del clima, requieren que todos los responsables internacionales actúen conjuntamente y demuestren una disponibilidad para actuar de buena fe, respetando la ley y promoviendo la solidaridad con las regiones más débiles del planeta. Pienso particularmente en aquellos Países de África y de otras partes del mundo que permanecen al margen de un auténtico desarrollo integral, y corren por tanto el riesgo de experimentar sólo los efectos negativos de la globalización. En el contexto de las relaciones internacionales, es necesario reconocer el papel superior que desempeñan las reglas y las estructuras intrínsecamente ordenadas a promover el bien común y, por tanto, a defender la libertad humana. Dichas reglas no limitan la libertad. Por el contrario, la promueven cuando prohíben comportamientos y actos que van contra el bien común, obstaculizan su realización efectiva y, por tanto, comprometen la dignidad de toda persona humana. En nombre de la libertad debe haber una correlación entre derechos y deberes, por la cual cada persona está llamada a asumir la responsabilidad de sus opciones, tomadas al entrar en relación con los otros. Aquí, nuestro pensamiento se dirige al modo en que a veces se han aplicado los resultados de los descubrimientos de la investigación científica y tecnológica. No obstante los enormes beneficios que la humanidad puede recabar de ellos, algunos aspectos de dicha aplicación representan una clara violación del orden de la creación, hasta el punto en que no solamente se contradice el carácter sagrado de la vida, sino que la persona humana misma y la familia se ven despojadas de su identidad natural. Del mismo modo, la acción internacional dirigida a preservar el entorno y a proteger las diversas formas de vida sobre la tierra no ha de garantizar solamente un empleo racional de la tecnología y de la ciencia, sino que debe redescubrir también la auténtica imagen de la creación. Esto nunca requiere optar entre ciencia y ética: se trata más bien de adoptar un método científico que respete realmente los imperativos éticos.
El reconocimiento de la unidad de la familia humana y la atención a la dignidad innata de cada hombre y mujer adquiere hoy un nuevo énfasis con el principio de la responsabilidad de proteger. Este principio ha sido definido sólo recientemente, pero ya estaba implícitamente presente en los orígenes de las Naciones Unidas y ahora se ha convertido cada vez más en una característica de la actividad de la Organización. Todo Estado tiene el deber primario de proteger a la propia población de violaciones graves y continuas de los derechos humanos, como también de las consecuencias de las crisis humanitarias, ya sean provocadas por la naturaleza o por el hombre. Si los Estados no son capaces de garantizar esta protección, la comunidad internacional ha de intervenir con los medios jurídicos previstos por la Carta de las Naciones Unidas y por otros instrumentos internacionales. La acción de la comunidad internacional y de sus instituciones, dando por sentado el respeto de los principios que están a la base del orden internacional, no tiene por qué ser interpretada nunca como una imposición injustificada y una limitación de soberanía. Al contrario, es la indiferencia o la falta de intervención lo que causa un daño real. Lo que se necesita es una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos, explorando cualquier vía diplomática posible y prestando atención y estímulo también a las más tenues señales de diálogo o deseo de reconciliación.
El principio de la "responsabilidad de proteger" fue considerado por el antiguo ius gentium como el fundamento de toda actuación de los gobernadores hacia los gobernados: en tiempos en que se estaba desarrollando el concepto de Estados nacionales soberanos, el fraile dominico Francisco de Vitoria, calificado con razón como precursor de la idea de las Naciones Unidas, describió dicha responsabilidad como un aspecto de la razón natural compartida por todas las Naciones, y como el resultado de un orden internacional cuya tarea era regular las relaciones entre los pueblos. Hoy como entonces, este principio ha de hacer referencia a la idea de la persona como imagen del Creador, al deseo de una absoluta y esencial libertad. Como sabemos, la fundación de las Naciones Unidas coincidió con la profunda conmoción experimentada por la humanidad cuando se abandonó la referencia al sentido de la trascendencia y de la razón natural y, en consecuencia, se violaron gravemente la libertad y la dignidad del hombre. Cuando eso ocurre, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven amenazados, y minados en su base los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas. Cuando se está ante nuevos e insistentes desafíos, es un error retroceder hacia un planteamiento pragmático, limitado a determinar "un terreno común", minimalista en los contenidos y débil en su efectividad.
La referencia a la dignidad humana, que es el fundamento y el objetivo de la responsabilidad de proteger, nos lleva al tema sobre el cual hemos sido invitados a centrarnos este año, en el que se cumple el 60° aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. El documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia. Los derechos humanos son presentados cada vez más como el lenguaje común y el sustrato ético de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo, la universalidad, la indivisibilidad y la interdependencia de los derechos humanos sirven como garantía para la salvaguardia de la dignidad humana. Sin embargo, es evidente que los derechos reconocidos y enunciados en la Declaración se aplican a cada uno en virtud del origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio creador de Dios para el mundo y la historia. Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones. Arrancar los derechos humanos de este contexto significaría restringir su ámbito y ceder a una concepción relativista, según la cual el sentido y la interpretación de los derechos podrían variar, negando su universalidad en nombre de los diferentes contextos culturales, políticos, sociales e incluso religiosos. Así pues, no se debe permitir que esta vasta variedad de puntos de vista oscurezca no sólo el hecho de que los derechos son universales, sino que también lo es la persona humana, sujeto de estos derechos.
[En ingles]
La vida de la comunidad, tanto en el ámbito interior como en el internacional, muestra claramente cómo el respeto de los derechos y las garantías que se derivan de ellos son las medidas del bien común que sirven para valorar la relación entre justicia e injusticia, desarrollo y pobreza, seguridad y conflicto. La promoción de los derechos humanos sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre Países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad. Es cierto que las víctimas de la opresión y la desesperación, cuya dignidad humana se ve impunemente violada, pueden ceder fácilmente al impulso de la violencia y convertirse ellas mismas en transgresoras de la paz. Sin embargo, el bien común que los derechos humanos permiten conseguir no puede lograrse simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un simple equilibrio entre derechos contrapuestos. La Declaración Universal tiene el mérito de haber permitido confluir en un núcleo fundamental de valores y, por lo tanto, de derechos, a diferentes culturas, expresiones jurídicas y modelos institucionales. No obstante, hoy es preciso redoblar los esfuerzos ante las presiones para reinterpretar los fundamentos de la Declaración y comprometer con ello su íntima unidad, facilitando así su alejamiento de la protección de la dignidad humana para satisfacer meros intereses, con frecuencia particulares. La Declaración fue adoptada como un "ideal común" (preámbulo) y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que corren simplemente el riesgo de contradecir la unidad de la persona humana y por tanto la indivisibilidad de los derechos humanos.
La experiencia nos enseña que a menudo la legalidad prevalece sobre la justicia cuando la insistencia sobre los derechos humanos los hace aparecer como resultado exclusivo de medidas legislativas o decisiones normativas tomadas por las diversas agencias de los que están en el poder. Cuando se presentan simplemente en términos de legalidad, los derechos corren el riesgo de convertirse en proposiciones frágiles, separadas de la dimensión ética y racional, que es su fundamento y su fin. Por el contrario, la Declaración Universal ha reforzado la convicción de que el respeto de los derechos humanos está enraizado principalmente en la justicia que no cambia, sobre la cual se basa también la fuerza vinculante de las proclamaciones internacionales. Este aspecto se ve frecuentemente desatendido cuando se intenta privar a los derechos de su verdadera función en nombre de una mísera perspectiva utilitarista. Puesto que los derechos y los consiguientes deberes provienen naturalmente de la interacción humana, es fácil olvidar que son el fruto de un sentido común de la justicia, basado principalmente sobre la solidaridad entre los miembros de la sociedad y, por tanto, válidos para todos los tiempos y todos los pueblos. Esta intuición fue expresada ya muy pronto, en el siglo V, por Agustín de Hipona, uno de los maestros de nuestra herencia intelectual. Decía que la máxima no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti "en modo alguno puede variar, por mucha que sea la diversidad de las naciones" (De doctrina christiana, III, 14). Por tanto, los derechos humanos han de ser respetados como expresión de justicia, y no simplemente porque pueden hacerse respetar mediante la voluntad de los legisladores.
Señoras y Señores, con el transcurrir de la historia surgen situaciones nuevas y se intenta conectarlas a nuevos derechos. El discernimiento, es decir, la capacidad de distinguir el bien del mal, se hace más esencial en el contexto de exigencias que conciernen a la vida misma y al comportamiento de las personas, de las comunidades y de los pueblos. Al afrontar el tema de los derechos, puesto que en él están implicadas situaciones importantes y realidades profundas, el discernimiento es al mismo tiempo una virtud indispensable y fructuosa.
Así, el discernimiento muestra cómo el confiar de manera exclusiva a cada Estado, con sus leyes e instituciones, la responsabilidad última de conjugar las aspiraciones de personas, comunidades y pueblos enteros puede tener a veces consecuencias que excluyen la posibilidad de un orden social respetuoso de la dignidad y los derechos de la persona. Por otra parte, una visión de la vida enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a conseguir dichos fines, puesto que el reconocimiento del valor trascendente de todo hombre y toda mujer favorece la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. Además, esto proporciona el contexto apropiado para ese diálogo interreligioso que las Naciones Unidas están llamadas a apoyar, del mismo modo que apoyan el diálogo en otros campos de la actividad humana. El diálogo debería ser reconocido como el medio a través del cual los diversos sectores de la sociedad pueden articular su propio punto de vista y construir el consenso sobre la verdad en relación a los valores u objetivos particulares. Pertenece a la naturaleza de las religiones, libremente practicadas, el que puedan entablar autónomamente un diálogo de pensamiento y de vida. Si también a este nivel la esfera religiosa se mantiene separada de la acción política, se producirán grandes beneficios para las personas y las comunidades. Por otra parte, las Naciones Unidas pueden contar con los resultados del diálogo entre las religiones y beneficiarse de la disponibilidad de los creyentes para poner sus propias experiencias al servicio del bien común. Su cometido es proponer una visión de la fe, no en términos de intolerancia, discriminación y conflicto, sino de total respeto de la verdad, la coexistencia, los derechos y la reconciliación.
Obviamente, los derechos humanos deben incluir el derecho a la libertad religiosa, entendido como expresión de una dimensión que es al mismo tiempo individual y comunitaria, una visión que manifiesta la unidad de la persona, aun distinguiendo claramente entre la dimensión de ciudadano y la de creyente. La actividad de las Naciones Unidas en los años recientes ha asegurado que el debate público ofrezca espacio a puntos de vista inspirados en una visión religiosa en todas sus dimensiones, incluyendo la de rito, culto, educación, difusión de informaciones, así como la libertad de profesar o elegir una religión. Es inconcebible, por tanto, que los creyentes tengan que suprimir una parte de sí mismos –su fe– para ser ciudadanos activos. Nunca debería ser necesario renegar de Dios para poder gozar de los propios derechos. Los derechos asociados con la religión necesitan protección sobre todo si se los considera en conflicto con la ideología secular predominante o con posiciones de una mayoría religiosa de naturaleza exclusiva. No se puede limitar la plena garantía de la libertad religiosa al libre ejercicio del culto, sino que se ha de tener en la debida consideración la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan la construcción del orden social. A decir verdad, ya lo están haciendo, por ejemplo, a través de su implicación influyente y generosa en una amplia red de iniciativas, que van desde las universidades a las instituciones científicas, escuelas, centros de atención médica y a organizaciones caritativas al servicio de los más pobres y marginados. El rechazo a reconocer la contribución a la sociedad que está enraizada en la dimensión religiosa y en la búsqueda del Absoluto –expresión por su propia naturaleza de la comunión entre personas– privilegiaría efectivamente un planteamiento individualista y fragmentaría la unidad de la persona.
Mi presencia en esta Asamblea es una muestra de estima por las Naciones Unidas y es considerada como expresión de la esperanza en que la Organización sirva cada vez más como signo de unidad entre los Estados y como instrumento al servicio de toda la familia humana. Manifiesta también la voluntad de la Iglesia Católica de ofrecer su propia aportación a la construcción de relaciones internacionales en un modo en que se permita a cada persona y a cada pueblo percibir que son un elemento capaz de marcar la diferencia. Además, la Iglesia trabaja para obtener dichos objetivos a través de la actividad internacional de la Santa Sede, de manera coherente con la propia contribución en la esfera ética y moral y con la libre actividad de los propios fieles. Ciertamente, la Santa Sede ha tenido siempre un puesto en las asambleas de las Naciones, manifestando así el propio carácter específico en cuanto sujeto en el ámbito internacional. Como han confirmado recientemente las Naciones Unidas, la Santa Sede ofrece así su propia contribución según las disposiciones de la ley internacional, ayuda a definirla y a ella se remite.
Las Naciones Unidas siguen siendo un lugar privilegiado en el que la Iglesia está comprometida a llevar su propia experiencia "en humanidad", desarrollada a lo largo de los siglos entre pueblos de toda raza y cultura, y a ponerla a disposición de todos los miembros de la comunidad internacional. Esta experiencia y actividad, orientadas a obtener la libertad para todo creyente, intentan aumentar también la protección que se ofrece a los derechos de la persona. Dichos derechos están basados y plasmados en la naturaleza trascendente de la persona, que permite a hombres y mujeres recorrer su camino de fe y su búsqueda de Dios en este mundo. El reconocimiento de esta dimensión debe ser reforzado si queremos fomentar la esperanza de la humanidad en un mundo mejor, y crear condiciones propicias para la paz, el desarrollo, la cooperación y la garantía de los derechos de las generaciones futuras.
En mi reciente Encíclica Spe salvi, he subrayado "que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación" (n. 25). Para los cristianos, esta tarea está motivada por la esperanza que proviene de la obra salvadora de Jesucristo. Precisamente por eso la Iglesia se alegra de estar asociada con la actividad de esta ilustre Organización, a la cual está confiada la responsabilidad de promover la paz y la buena voluntad en todo el mundo. Queridos amigos, os doy las gracias por la oportunidad de dirigirme hoy a vosotros y prometo la ayuda de mis oraciones para el desarrollo de vuestra noble tarea.
Antes de despedirme de esta asamblea, deseo saludar a todas las naciones aquí representadas en las lenguas oficiales.
[En inglés, en francés, en español, en árabe, en chino y en ruso:]
Paz y prosperidad con la ayuda de Dios!

CRISTO, NUESTRA ESPERANZA



Homilía de Su Santidad Benedicto XVI en la Santa Misa desde el Estadio Nacional de Washington, DC. Abril 17, 2008.
Queridos hermanos y hermanas en Cristo
"Paz a ustedes" (Jn 20,19). Con estas palabras, las primeras que el Señor resucitado dirigió a sus discípulos, les saludo a todos en el júbilo de este tiempo pascual. Ante todo, doy gracias a Dios por la gracia de estar entre ustedes. Agradezco en particular al Arzobispo Wuerl por sus amables palabras de bienvenida.
Nuestra Misa de hoy retrotrae a la Iglesia en los Estados Unidos a sus raíces en el cercano Maryland y recuerda el 200 aniversario del primer capítulo de su considerable crecimiento: la división que hizo mi predecesor el Papa Pío VII de la Diócesis originaria de Baltimore y la instauración de las Diócesis de Boston, Bardstown, ahora Louisville, Nueva York y Filadelfia. Doscientos años después, la Iglesia en América tiene buenos motivos para alabar la capacidad de las generaciones pasadas de aglutinar grupos de inmigrantes muy diferentes en la unidad de la fe católica y en el esfuerzo común por difundir el Evangelio. Al mismo tiempo, la Comunidad católica en este País, consciente de su rica multiplicidad, ha apreciado cada vez más plenamente la importancia de que cada individuo y grupo aporte su propio don particular al conjunto. Ahora la Iglesia en los Estados Unidos está llamada a mirar hacia el futuro, firmemente arraigada en la fe transmitida por las generaciones anteriores y dispuesta a afrontar nuevos desafíos –desafíos no menos exigentes de los que afrontaron vuestros antepasados– con la esperanza que nace del amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. (cf. Rm 5,5).
En el ejercicio de mi ministerio de Sucesor de Pietro, he venido a América para confirmaros, queridos hermanos y hermanas, en la fe de los Apóstoles (cf. Lc 22,32). He venido para proclamar de nuevo, como lo hizo san Pedro el día de Pentecostés, que Jesucristo es Señor y Mesías, resucitado de la muerte, sentado a la derecha del Padre en la gloria y constituido juez de vivos y muertos (cf. Hch 2,14ss). He venido para reiterar la llamada urgente de los Apóstoles a la conversión para el perdón de los pecados y para implorar al Señor una nueva efusión del Espíritu Santo sobre la Iglesia en este País. Como hemos oído en este tiempo pascual, la Iglesia ha nacido de los dones del Espíritu Santo: el arrepentimiento y la fe en el Señor resucitado. Ella se ve impulsada por el mismo Espíritu en cada época a llevar la buena nueva de nuestra reconciliación con Dios en Cristo a hombres y a mujeres de toda raza, lengua y nación (cf. Ap 5,9).
Las lecturas de la Misa de hoy nos invitan a considerar el crecimiento de la Iglesia en América como un capítulo en la historia más grande de la expansión de la Iglesia después de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. En estas lecturas vemos la unión inseparable entre el Señor resucitado y el don del Espíritu para el perdón de los pecados y el misterio de la Iglesia. Cristo ha constituido su Iglesia sobre el fundamento de los Apóstoles (cf. Ap 21,14), como comunidad estructurada visible, que es a la vez comunión espiritual, cuerpo místico animado por los múltiples dones del Espíritu y sacramento de salvación para toda la humanidad (cf. Lumen gentium, 8). La Iglesia está llamada en todo tiempo y lugar a crecer en la unidad mediante una constante conversión a Cristo, cuya obra redentora es proclamada por los Sucesores de los Apóstoles y celebrada en los sacramentos. Por otro lado, esta unidad comporta una "expansión continua", porque el Espíritu incita a los creyentes a proclamar "las grandes obras de Dios" y a invitar a todas las gentes a entrar en la comunidad de los salvados mediante la sangre de Cristo y que han recibido la vida nueva en su Espíritu.
Ruego también para que este aniversario significativo en la vida de la Iglesia en los Estados Unidos y la presencia del Sucesor de Pedro entre vosotros sean para todos los católicos una ocasión para reafirmar su unidad en la fe apostólica, para ofrecer a sus contemporáneos una razón convincente de la esperanza que los inspira (cf. 1 P 3,15) y para renovar su celo misionero al servicio de la difusión del Reino de Dios.
El mundo necesita el testimonio. ¿Quién puede negar que el momento actual sea decisivo no sólo para la Iglesia en América, sino también para la sociedad en su conjunto? Es un tiempo lleno de grandes promesas, pues vemos cómo la familia humana se acomuna de diversos modos, haciéndose cada vez más interdependiente. Al mismo tiempo, sin embargo, percibimos signos evidentes de un quebrantamiento preocupante de los fundamentos mismos de la sociedad: signos de alienación, ira y contraposición en muchos contemporáneos nuestros; aumento de la violencia, debilitamiento del sentido moral, vulgaridad en las relaciones sociales y creciente olvido de Dios. También la Iglesia ve signos de grandes promesas en sus numerosas parroquias sólidas y en los movimientos vivaces, en el entusiasmo por la fe demostrada por muchos jóvenes, en el número de los que cada año abrazan la fe católica y en un interés cada vez más grande por la oración y por la catequesis. Pero, al mismo tiempo, percibe a menudo con dolor que hay división y contrastes en su seno, descubriendo también el hecho desconcertante de que tantos bautizados, en lugar de actuar como fermento espiritual en el mundo, se inclinan a adoptar actitudes contrarias a la verdad del Evangelio.
"Señor, manda tu Espíritu y renueva la faz de la tierra" (cf. Sal 104,30). Las palabras del Salmo responsorial de hoy son una plegaria que, siempre y en todo lugar, brota del corazón de la Iglesia. Nos recuerdan que el Espíritu Santo ha sido infundido como primicia de una nueva creación, de "cielos nuevos y tierra nueva" (cf. 2 P 3,13; Ap 21, 1) en los que reinará la paz de Dios y la familia humana será reconciliada en la justicia y en el amor. Hemos oído decir a san Pablo que toda la creación "gime" hasta a hoy, en espera de la verdadera libertad, que es el don de Dios para sus hijos (cf. Rm 8,21-22), una libertad que nos hace capaces de vivir conforme a su voluntad. Oremos hoy insistentemente para que la Iglesia en América sea renovada en este mismo Espíritu y ayudada en su misión de anunciar el Evangelio a un mundo que tiene nostalgia de una genuina libertad (cf. Jn 8,32), de una felicidad auténtica y del cumplimiento de sus aspiraciones más profundas.
Deseo en este momento dirigir una palabra particular de gratitud y estímulo a todos los que han acogido el desafío del Concilio Vaticano II, tantas veces repetido por el Papa Juan Pablo II, y han dedicado su vida a la nueva evangelización. Doy las gracias a mis hermanos Obispos, a los sacerdotes y diáconos, a los religiosos y religiosas, a los padres, maestros y catequistas. La fidelidad y el valor con que la Iglesia en este País logrará afrontar los retos de una cultura cada vez más secularizada y materialista dependerá en gran parte de vuestra fidelidad personal al transmitir el tesoro de nuestra fe católica. Los jóvenes necesitan ser ayudados para discernir la vía que conduce a la verdadera libertad: la vía de una sincera y generosa imitación de Cristo, la vía de la entrega a la justicia y a la paz. Se ha progresado mucho en el desarrollo de programas sólidos para la catequesis, pero queda por hacer todavía mucho más para formar los corazones y las mentes de los jóvenes en el conocimiento y en el amor del Dios. Los desafíos que se nos presentan exigen una instrucción amplia y sana en la verdad de la fe. Pero requieren cultivar también un modo de pensar, una "cultura" intelectual que sea auténticamente católica, que confía en la armonía profunda entre fe y razón, y dispuesta a llevar la riqueza de la visión de la fe en contacto con las cuestiones urgentes que conciernen el futuro de la sociedad americana.
Queridos amigos, mi visita en los Estados Unidos quiere ser un testimonio de "Cristo, esperanza nuestra". Los americanos han sido siempre un pueblo de esperanza: vuestros antepasados vinieron a este País con la expectativa de encontrar una nueva libertad y nuevas oportunidades, y la extensión de territorios inexplorados les inspiró la esperanza de poder empezar completamente de nuevo, creando una nueva nación sobre nuevos fundamentos. Ciertamente, ésta no ha sido la experiencia de todos los habitantes de este País; baste pensar en las injusticias sufridas por las poblaciones americanas nativas y de los que fueron traídos de África por la fuerza como esclavos. Pero la esperanza, la esperanza en el futuro, forma parte hondamente del carácter americano. Y la virtud cristiana de la esperanza –la esperanza derramada en nuestro corazón por el Espíritu Santo, la esperanza que purifica y endereza de modo sobrenatural nuestras aspiraciones orientándolas hacia el Señor y su plan de salvación–, esta esperanza ha caracterizado también y sigue caracterizando la vida de la comunidad católica en este País.
En el contexto de esta esperanza nacida del amor y de la fidelidad de Dios reconozco el dolor que ha sufrido la Iglesia en América como consecuencia del abuso sexual de menores. Ninguna palabra mía podría describir el dolor y el daño producido por dicho abuso. Es importante que se preste una cordial atención pastoral a los que han sufrido. Tampoco puedo expresar adecuadamente el daño que se ha hecho dentro de la comunidad de la Iglesia. Ya se han hecho grandes esfuerzos para afrontar de manera honesta y justa esta trágica situación y para asegurar que los niños –a los que nuestro Señor ama entrañablemente (cf. Mc 10,14), y que son nuestro tesoro más grande– puedan crecer en un ambiente seguro. Estos esfuerzos para proteger a los niños han de continuar. Ayer hablé de esto con vuestros Obispos. Hoy animo a cada uno de ustedes a hacer cuanto les sea posible para promover la recuperación y la reconciliación, y para ayudar a los que han sido dañados. Les pido también que estimen a sus sacerdotes y los reafirmen en el excelente trabajo que hacen. Y, sobre todo, oren para que el Espíritu Santo derrame sus dones sobre la Iglesia, los dones que llevan a la conversión, al perdón y el crecimiento en la santidad.
San Pablo, como hemos escuchado en la segunda lectura, habla de una especie de oración que brota de las profundidades de nuestros corazones con suspiros que son demasiado profundos para expresarlos con palabras, con "gemidos" (Rm 8,26) inspirados por el Espíritu. Ésta es una oración que anhela, en medio de la tribulación, el cumplimiento de las promesas de Dios. Es una plegaria de esperanza inagotable, pero también de paciente perseverancia y, a veces, acompañada por el sufrimiento por la verdad. A través de esta plegaria participamos en el misterio de la misma debilidad y sufrimiento de Cristo, mientras confiamos firmemente en la victoria de su Cruz. Que la Iglesia en América, con esta oración, emprenda cada vez más el camino de la conversión y de la fidelidad al Evangelio. Y que todos los católicos experimenten el consuelo de la esperanza y los dones de la alegría y la fuerza infundidos por el Espíritu.
En el relato evangélico de hoy, el Señor resucitado otorga a los Apóstoles el don del Espíritu Santo y les concede la autoridad para perdonar los pecados. Mediante el poder invencible de la gracia de Cristo, confiado a frágiles ministros humanos, la Iglesia renace continuamente y se nos da a cada uno de nosotros la esperanza de un nuevo comienzo. Confiemos en el poder del Espíritu de inspirar conversión, curar cada herida, superar toda división y suscitar vida y libertades nuevas. ¡Cuánta necesidad tenemos de estos dones! ¡Y qué cerca los tenemos, particularmente en el Sacramento de la penitencia! La fuerza libertadora de este Sacramento, en el que nuestra sincera confesión del pecado encuentra la palabra misericordiosa de perdón y paz de parte de Dios, necesita ser redescubierta y ralea propia de cada católico. En gran parte la renovación de la Iglesia en América depende de la renovación de la regla de la penitencia y del crecimiento en la santidad: los dos es inspirado y realizadas por este Sacramento.
"En esperanza fuimos salvados" (Rm 8,24). Mientras la Iglesia en los Estados Unidos da gracias por las bendiciones de los doscientos años pasados, invito a ustedes, a sus familias y cada parroquia y comunidad religiosa a confiar en el poder de la gracia para crear un futuro prometedor para el Pueblo de Dios en este País. En el nombre del Señor Jesús les pido que eviten toda división y que trabajen con alegría para preparar vía para Él, fieles a su palabra y en constante conversión a su voluntad. Les exhorto, sobre todo, a seguir a siendo fermento de esperanza evangélica en la sociedad americana, con el fin de llevar la luz y la verdad del Evangelio en la tarea de crear un mundo cada vez más justo y libre para las generaciones futuras.
Quien tiene esperanza ha de vivir de otra manera (cf. Spe Salvi, 2). Que ustedes, mediante sus plegarias, el testimonio de su fe y la fecundidad de su caridad, indiquen el camino hacia ese horizonte inmenso de esperanza que Dios está abriendo también hoy a su Iglesia, más aún, a toda la humanidad: la visión de un mundo reconciliado y renovado en Jesucristo, nuestro Salvador. A Él honor y gloria, ahora y siempre. Amén.
* * *
Queridos hermanos y hermanas de lengua española:
Deseo saludarles con las mismas palabras que Cristo Resucitado dirigió a los apóstoles: "Paz a ustedes" (Jn 20,19). Que la alegría de saber que el Señor ha triunfado sobre la muerte y el pecado les ayude a ser, allá donde se encuentren, testigos de su amor y sembradores de la esperanza que Él vino a traernos y que jamás defrauda.
No se dejen vencer por el pesimismo, la inercia o los problemas. Antes bien, fieles a los compromisos que adquirieron en su bautismo, profundicen cada día en el conocimiento de Cristo y permitan que su corazón quede conquistado por su amor y por su perdón.
La Iglesia en los Estados Unidos, acogiendo en su seno a tantos de sus hijos emigrantes, ha ido creciendo gracias también a la vitalidad del testimonio de fe de los fieles de lengua española. Por eso, el Señor les llama a seguir contribuyendo al futuro de la Iglesia en este País y a la difusión del Evangelio. Sólo si están unidos a Cristo y entre ustedes, su testimonio evangelizador será creíble y florecerá en copiosos frutos de paz y reconciliación en medio de un mundo muchas veces marcado por divisiones y enfrentamientos.
La Iglesia espera mucho de ustedes. No la defrauden en su donación generosa. "Lo que han recibido gratis, denlo gratis" (Mt 10,8).

EL BUEN PASTOR

-RETRATO DE D. CONCESO-
-¡DIOS ES MI PADRE!. - SI LO MEDITAS, NO SALDRÁS DE ESTA CONSOLADORA CONSIDERACIÓN.
-¡JESÚS ES MI AMIGO ENTRAÑABLE! (OTRO MEDITERRÁNEO), QUE ME QUIERE CON TODA LA DIVINA LOCURA DE SU CORAZÓN.
-¡EL ESPÍRITU SANTO ES MI CONSOLADOR!, QUE ME GUÍA EN EL ANDAR DE TODO MI CAMINO.
PIÉNSALO BIEN. -TÚ ERES DE DIOS..., Y DIOS ES TUYO.

-AULA DE TEOLOGÍA, D. CONCESO CON VARIOS PRELADOS-
ESTAMOS, SEÑOR, GUSTOSAMENTE EN TU MANO LLAGADA. ¡APRIÉTANOS FUERTE!, ¡ESTRÚJANOS!, ¡QUE PERDAMOS TODA LA MISERIA TERRENA!, ¡QUE NOS PURIFIQUEMOS, QUE NOS ENCENDAMOS, QUE NOS SINTAMOS EMPAPADOS EN TU SANGRE!
-Y LUEGO, ¡LÁNZANOS LEJOS!, LEJOS, CON HAMBRES DE MIES, A UNA SIEMBRA CADA DÍA MÁS FECUNDA, POR AMOR A TI.
"HAGA FRÍO O HAGA CALOR EL ORATORIO, ES LO MEJOR"






DESDE EL CIELO

AQUÍ VEMOS A D. CONCESO, EN PLENA NATURALEZA, HABLANDO DE AMIGO A AMIGO EN EL CAMPAMENTO QUE ATENDIA ESPIRITUALMENTE EN UN PUEBLO LEONÉS DE DONDE HAN SALIDO GRANDES SANTOS ESPAÑOLES (DEBIDO SEGURAMENTE AL SACRIFICIO DE BAÑARSE EN ESAS AGUAS FRÍAS DEL CURUEÑO). LA GRAN MONTAÑA QUE APARECE EN LA FOTO ES "EL BODÓN" , TANTAS VECES ESCALADA POR ÉL.

ASCENSIÓN



-FOTO DE LA ASCENSIÓN DE D. CONCESO AL MONTE PERDIDO, JULIO 2005, POCO ANTES DE MARCHAR AL CIELO-


En memoria de Conceso Sobradillo Casado, Abogado y Sacerdote, Bercero 8 de abril de 1962- Castes (Francia) 15 de agosto de 2005. Espéranos ahí arriba. Tus amigos.

Monte de las Bienaventuranzasmonte perdido…El huracán arrastragentes que han idopor senderos lejanosde tu camino.Otroshacia tu cumbrevan peregrinos:limpios de corazónmansos, sencillossedientos de justiciapobres de espíritusembradores de pazhombres tranquilos.También como las águilasmi alma ha queridoen tu lejana cumbretener su nido,Monte de las Bienaventuranzas,monte perdido.(Julián Herranz, Atajos del silencio. Ed. Rialp)